8M: CONMEMORAR SIN DESTRUIR
AGENDA DIARIA
Por Regina M. Cinta Becerril
Viernes 7 de marzo de 2025
No es lo mismo una protesta pacífica o una manifestación reivindicatoria que el vandalismo o los ataques premeditados contra instituciones y personas, incluyendo a policías. Este sábado, durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8M, veremos nuevamente estas expresiones colisionar en las calles. Lo que debería ser un momento de reflexión y lucha por la igualdad se ve empañado, en ocasiones, por actos que buscan el caos y el daño como fin último. La distinción es clave: una cosa es alzar la voz por derechos pendientes, y otra muy distinta es usar la fecha como pretexto para la violencia.
El 8M no es una fiesta, no hay nada que celebrar. Es una conmemoración que hunde sus raíces en la lucha obrera y feminista de finales del siglo XIX y principios del XX. Surgió de eventos como la huelga de las trabajadoras textiles en Nueva York en 1857, brutalmente reprimida, o el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist en 1911, donde murieron 146 personas, en su mayoría mujeres, por condiciones laborales inhumanas. Estos episodios, junto a la propuesta de Clara Zetkin en 1910 de un día internacional para las mujeres, dieron forma a lo que hoy recordamos cada 8 de marzo: una fecha de memoria y resistencia, no de confeti.
Sin embargo, el espíritu original se diluye cuando la jornada se tiñe de destrozos y enfrentamientos. Las demandas legítimas —fin a la violencia de género, igualdad salarial, derechos reproductivos— pierden fuerza frente a imágenes de barricadas incendiadas o agresiones. Quienes optan por el vandalismo no solo desvirtúan el mensaje, sino que alimentan el rechazo de quienes podrían ser aliados en esta causa. La memoria de las pioneras merece un enfoque que honre su sacrificio, no que lo caricaturice en actos sin rumbo.
Dicho esto, tampoco se puede ignorar la rabia que impulsa a muchas a salir a las calles, incluso de forma radical. La violencia sistémica contra las mujeres no es un mito: está en las cifras de feminicidios, en la brecha laboral, en la impunidad. El 8M es un recordatorio de que la lucha no ha terminado, pero su fuerza reside en la claridad de sus medios y fines. Este sábado, ojalá prevalezca la voz colectiva sobre el estruendo del destrozo, para que la conmemoración sea digna de su historia y de las que aún esperan justicia.