¿PPV EN ELECCIÓN DE MAGISTRADOS?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 6 de octubre de 2023
Las iniciales PPV, de sobra conocidas en infinidad de regiones del mundo, significan “pago por visión” (en inglés, pay-per-view), pero también “pago por evento”. Se trata de una modalidad de televisión por suscripción, en la que los abonados pagan eventos individuales a su gusto. Si desean ciertos programas, entonces deberán entrarle con su cuerno a las compañías televisoras.
Empero, el término “pago por evento” lleva varios lustros aplicado al comportamiento de diputados adscritos al Congreso de Morelos, sobre todo cuando deben designar a una cauda de funcionarios, según los faculta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano y la particular morelense. El PPV, en este caso, significa la entrega de dinero a nuestros ínclitos legisladores, por parte de los aspirantes a tal o cual cargo, para garantizar su nombramiento.
He escuchado lo mismo durante los pasados 20 años, debido al anhelo de dinero fácil de las diputadas y diputados, lo cual presuntamente está repitiéndose en torno a la elección de 10 nuevos magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado. Las y los legisladores están vendiendo muy caro su amor, pues han de saber ustedes que el número de mujeres y hombres inscritos en el proceso electivo asciende a 245 ilustres abogados, quienes se sienten aptos para ocupar las ansiadas magistraturas y llegar a embolsarse hasta 150 mil pesos mensuales libres de polvo y paja. Esa cantidad de aspirantes, por otro lado, revela la profunda necesidad de chamba en el sector público, pero fundamentalmente en las arcadias financieras, como lo es el Poder Judicial.
Este viernes comenzó la pasarela de aspirantes, ante los jefes del Congreso local, mientras simultáneamente crece la versión de que se está aplicando el PPV a razón de cinco millones de pesos por diputado. Porque, honestos, honestos, honestos, lo que se dice honestos, no lo son las legisladoras y legisladores. Ya se acostumbraron a disfrutar las mieles del poder, así como los dividendos de pingües negocios realizados mediante el tráfico de influencias.
Mientras son peras o manzanas analicemos el contexto sobre el cual teóricamente deberán decidir los diputados morelenses, a sabiendas de que, según nos indica la historia, durante más de dos décadas el Congreso pervirtió la designación de tan importantes funcionarios del Poder Judicial. No creo que hayan cambiado los intereses particulares prevalecientes ahí desde hace muchos años. Ahí es “primero lana, después lana y siempre lana”.
Los artículos 89 y 90 de nuestra Constitución establecen la filosofía sobre la misión de los magistrados, siendo por demás humanística y acorde al marco del derecho; y las características que, hipotéticamente hablando, deben reunir para participar en la administración de justicia. El artículo 90 señala los requisitos que a continuación transcribiré:
Ser ciudadano mexicano por nacimiento, de preferencia morelense, y estar en pleno ejercicio de sus derechos políticos y civiles.
Haber residido en el Estado durante los últimos 10 años, salvo el caso de ausencia por un tiempo máximo de seis meses, motivado por el desempeño del servicio público.
Poseer al momento de su designación, con antigüedad mínima de diez años, el título y la cédula profesional de licenciado en derecho, expedido por la autoridad o institución legalmente facultada para ello. N
No tener más de sesenta y cinco años de edad, ni menos de treinta y cinco, el día de la designación.
Tener cinco años de ejercicio profesional por lo menos, o tres si se ha dedicado a la judicatura.
Ser de reconocida honorabilidad y no haber sido condenado por delito intencional que merezca pena corporal de más de un año de prisión, o destituido o suspendido de empleo, si se trata de juicio de responsabilidad. P
Pero si se trata de robo, fraude, falsificación, abuso de confianza u otro que afecte seriamente la buena fama en el concepto público, inhabilitará para el cargo cualquiera que haya sido la pena. C
Cumplir con los requisitos, criterios, procedimientos, e indicadores de gestión y aprobar la evaluación que en su caso se realice.
He aquí algo sumamente importante: los nombramientos de los magistrados deberán recaer preferentemente entre aquellas personas que hayan servido con eficiencia, capacidad y probidad en la impartición de justicia o que se hayan distinguido por su honorabilidad, competencia y antecedentes profesionales en el ejercicio de la actividad jurídica, plenamente acreditados, observando el principio de paridad de género en las designaciones. Además, no podrán ser magistrados las personas que hayan ocupado el cargo de Secretario de Despacho del Poder Ejecutivo, Fiscal General del Estado o Diputado Local, durante el año previo al día de su designación.
¿Cuál ha sido la realidad del Poder Judicial? Respuesta: la elección de magistrados ha sido partidizada y politizada debido a que las decisiones en torno a su elección corren a cargo del Congreso del Estado, según marca la propia Constitución Política morelense, aunque se trata de un ámbito donde prevalecen los intereses políticos, personales, partidarios y económicos. Ya lo escribí: “Primero lana, después lana y siempre lana”.
Así hemos constatado la degradación de los nombramientos durante las décadas pasadas, haciéndose evidente ahora una profunda crisis en la administración de justicia. Hoy por hoy, el Tribunal Superior de Justicia es una institución sin legitimidad y desprestigiada, donde, desde el Pleno hasta el más modesto juzgado, permean el desorden, la corrupción y los lucrativos negocios por venderse la justicia al mejor postor. Muchísimos magistrados, por citar un solo factor de descomposición, han sido externos, sin carrera judicial, y se convirtieron en esos importantes funcionarios judiciales gracias a dedazos políticos.
Los ínclitos e impolutos diputados locales tienen la oportunidad de trascender históricamente cumpliendo con la ley. Su obligación es reivindicar la carrera judicial, sin vender ninguna magistratura y apegándose a la transparencia, la objetividad y la integridad. Estaremos atentos y después diremos.