VIOLAR LA LEY NO ES TAN MALO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 29 de noviembre de 2023
La mañana de este miércoles platiqué con el doctor en Derecho Ricardo Tapia Vega, catedrático e investigador por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), quien me comentó que aquello de “al diablo las instituciones”, expresado el 2 de septiembre de 2006 por Andrés Manuel López Obrador, así como su reiterado quebranto al marco jurídico de nuestro país, siendo presidente de la República, permeó sobremanera entre la sociedad mexicana, básicamente en el segmento juvenil, lo cual se mezcla con el desprecio de millones de ciudadanos, en cualquier región del país, hacia el orden legal.
Sin duda alguna hay un repudio hacia todas las instituciones de México, amén de que predomina la cultura de la ilegalidad. Prevalece la idea de que “violar la ley no es tan malo”.
A pesar del esfuerzo desplegado por las autoridades encargadas de procurar y administrar justicia, así como de organizaciones civiles promotoras del respeto al estado de derecho, todavía no hay en México una cultura de la legalidad. Es decir: los ciudadanos no tienen confianza en los órganos jurisdiccionales encargados de procurar e impartir justicia, ni tampoco los respetan.
El problema de la inseguridad pública es la percepción de la gente. Se siente desvalida e indefensa. No acude al Ministerio Público porque no sabe lo que le sucederá. Así es su desconfianza. Por otro lado tenemos el conflicto que representa para los ciudadanos la sensación de que “no pasa nada”. Dicho de diferente manera: el predominio de la impunidad, la ineficacia de la procuración y administración de justicia y la corrupción policíaca, problemática que se ha combatido en Morelos durante los pasados seis años, consiguiéndose avances, pero no su completa solución.
Pero lo anterior genera además, insisto, el desprecio por la legalidad.
Hace varios años llegó a mis manos una investigación de Sergio López Ayllón y Héctor Fix Fierro, titulada “¡Tan cerca, tan lejos! Estado de derecho y cambio jurídico en México”, auspiciada por la Asociación Mexicana de Derecho Comparado.
En el capítulo siete, dedicado a la cultura jurídica mexicana, los autores transcribieron parte del resultado de una encuesta nacional llevada a cabo por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a otra auspiciada por la Secretaría de Gobernación. Ambas instituciones coincidieron en cuanto a las opiniones y actitudes de la población hacia el estado de derecho, los valores jurídicos y la corrupción. Indudablemente que los resultados del muestreo siguen vigentes hasta hoy.
Me parece que debido a esa condición de impunidad, a la mayoría de la gente no le importa violar la ley. Las dos encuestas aludidas arrojaron respuestas todavía latentes en la actualidad. Desde mi particular punto de vista el escenario sigue siendo el mismo.
1.- Un número significativo de personas (65 por ciento) considera a la obediencia de la ley como un valor importante.
2.- 36 por ciento opinó que las personas deben obedecer siempre la ley.
3.- 29 por ciento consideró que las personas pueden cambiar las leyes si éstas no les parecen bien.
4.- 35 por ciento contestó que las personas pueden desobedecer las leyes si las juzgan injustas.
Las instituciones obtuvieron altos niveles de aprobación para enunciados como los siguientes: “Violar la ley no es tan terrible; lo malo es ser sorprendido por las autoridades”: 62.2 por ciento; “si las autoridades no pueden proteger a los ciudadanos, éstos tienen el derecho de tomar la ley en sus manos y hacerse justicia”: 66.6 por ciento; “es aceptable aprovecharse de cargos oficiales, siempre que no exageren y se compartan los beneficios”: 71 por ciento; y “debemos obedecer solamente las leyes que sean razonables y justas”: 35 por ciento.
En respuesta a otra pregunta (“¿qué cree usted que sería mejor….?”), 7 por ciento respondió que manejarse por las reglas informales, 32 por ciento que manejarse por las leyes y reglas no escritas, y 61 por ciento que manejarse por ambas.
La conclusión es que gran parte de la sociedad mexicana supone que violar la ley no es tan malo. Y desde la más alta magistratura de nuestro país no recibe ningún ejemplo de respeto a la legalidad.