CANDIDATAS Y PERSONALISMO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 11 de diciembre de 2023
Muchas veces he recordado al insigne antropólogo Samuel Ramos (1897-1959) para explicar el factor cultural predominante en el estilo político mexicano: la naturaleza de la confianza entre la sociedad. Numerosos investigadores del sistema social han comentado respecto a esta característica y su importancia en la actividad política sugiriendo, tal como lo hizo Ramos en su libro “Perfil del hombre y la cultura en México” (1962, Espasa Calpe), que “el aspecto más notorio del carácter mexicano es, a primera vista, la desconfianza”.
“Esta actitud subyace en todos los contactos con hombres y cosas. Está presente haya o no motivo para la misma. Es más bien un asunto de desconfianza irracional que surge de lo profundo de su ser. El mexicano no desconfía de cualquier hombre o mujer en particular; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres”, escribió Samuel Ramos.
Este fenómeno surge con frecuencia cuando los políticos y gobernantes en turno deben nombrar a sus colaboradores. Hoy que vemos definidas a las tres virtuales candidatas a la gubernatura por los principales partidos políticos nacionales con registro ante el Instituto Morelense de Procesos Electorales y Participación Ciudadana (Impepac), es importante analizar si poseen el suficiente conocimiento sobre quién es quién en Morelos, capacidad de inclusión y criterio para tomar decisiones. Conforme conozcamos a los equipos de campaña, más podremos anticipar el comportamiento futuro de la próxima titular del Poder Ejecutivo y su “círculo rojo”, es decir la “nueva élite gobernante”.
Una de las debilidades de un mandatario mexicano (y una limitación a su capacidad de gobernar) es la imposibilidad de conocer personalmente a un número suficiente de individuos para que ocupen las posiciones relevantes del gobierno. Conocer a personas que sean candidatos potenciales para esas posiciones es de mucho valor en un sistema político (como el mexicano) en que el reclutamiento es limitado.
El politólogo y articulista norteamericano William Tuohy (1929-2009) escribió a mediados de los setenta un ensayo titulado “La conducta centralista de las élites en México”, donde proporciona información sobre este aspecto del sistema político, cuando dice que “el proceso de reclutamiento es muy competitivo, personalista, con frecuencia impredecible, y obliga a un continuo cambio de trabajo en un contexto social de gran limitación económica. Por lo tanto, además de la posibilidad de que los mexicanos aprendan a ser desconfiados desde niños (la socialización básica), existe la probabilidad de que ésta sea una respuesta racional a las situaciones en que por lo común participan los políticos”.
Como consecuencia de la importancia que se concede a la confianza, la falta de seguridad en el trabajo y la imposibilidad física de conocer a un número suficiente de sujetos para que ocupen las posiciones políticas de alto nivel, los líderes políticos mexicanos han tenido que desarrollar cierto proceso para nombrar a personas en las que podrán confiar personalmente: nepotismo, personalismo y cooptación.
La mayoría de gobernadores que ha tenido Morelos sucumbió ante el personalismo, la desconfianza y la falta de criterio para designar a los miembros de sus gabinetes legales y ampliados, así como a un número indeterminado de mandos medios. Pero hubo una excepción en la figura de Lauro Ortega Martínez (sexenio 1982-1988), a quien siempre pondré como ejemplo de apertura y oxigenación frecuente en toda la estructura de la administración pública estatal. Sin lugar a dudas, ello le sirvió para trascender históricamente.
Abrir el gobierno para no cometer los errores del pasado. Esa es la cuestión. ¿Quiénes están cercando ya a Margarita González Saravia, a Lucy Meza Guzmán y a Jessica Ortega de la Cruz? Lo que he observado en los tres casos, mediante fotografías enviadas a los medios por sus equipos de prensa, es de chile, dulce y manteca, pero también a cartuchos quemados. ¿Volverá a predominar el odioso personalismo entre las virtuales candidatas o abrirán, tanto sus campañas, como la integración de sus gabinetes? ¿Estarán libres de prejuicios y demostrarán un sólido criterio para diseñar un gobierno abierto o, como la mayoría de mandatarios, cerrarán las puertas a la innovación?