LOS POLÍTICOS PELEONEROS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 4 de enero de 2024
Conforme nos acerquemos a La Madre de Todas las Elecciones, a desarrollarse el domingo 2 de junio de 2024, constataremos la intensificación de la lucha fratricida entre quienes, cobijados por los partidos políticos, buscarán uno de los miles de cargos de elección popular a disputarse. Y lo harán, quizás por las ganas de servir a la sociedad, pero la inmensa mayoría anhela incrustarse en el presupuesto público, ya que, de resultar triunfadores, dispondrán de cuantiosos recursos. Uno de los ámbitos donde infinidad de mujeres y hombres querrán aterrizar será el Congreso local, que es la única arcadia financiera de la entidad morelense, caracterizada por la abundancia. Ahí no falta nada… solo la austeridad.
En anteriores columnas he escrito sobre la etiología de la agresión, misma que puede desencadenar la violencia -su grado más extremo- tan socorrida por los grupos criminales que se disputan la “plaza” de Morelos, un día sí y otro también, a balazos y asesinatos. Pero hoy quiero referirme a la agresión entre miembros de la clase política morelense, rumbo a los comicios del presente año.
Siempre he tenido la impresión de que los políticos locales aumentan sus mutuos ataques dependiendo de las circunstancias presupuestales de quienes están situados en cargos públicos de los tres órdenes de gobierno: federal, estatal o en cualquiera de los 36 municipales. Es decir: históricamente les tocó incrustarse en la vida pública, pero tal vez lo consiguieron desplazando a hombres y mujeres acostumbrados a vivir pegados a la ubre oficial. Más claro: los que se fueron ya no tienen el mismo modus vivendi, pero sus relevos sí. Es exactamente lo que hemos visto repetido desde el año 2000 hasta 2021 en la alternancia del poder.
En concreto: el conflicto político y social se exacerba dependiendo de la disponibilidad de recursos entre los miembros de los grupos de presión o grupos de interés.
De acuerdo a lo anterior, las agresiones son perceptibles en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como entre los integrantes de las administraciones municipales. Casi todos, en lugar de colaborar con resiliencia o cohesión, se sienten más capaces que sus compañeros; se tornan chismosos, envidiosos, siembran intrigas y, en el mejor de los casos, causan inestabilidad dentro de los equipos de gobierno.
Infortunadamente para el país y determinados estados, en toda la estructura institucional abundan personajes no aptos para manejarse en el poder, pues siempre buscan su afirmación por encima de otros, producto de la frustración o de un comportamiento dirigido a obtener cierta gratificación.
Es el factor de agresión más a menudo invocado en la literatura, aunque después fue objeto de críticas. Van algunos ejemplos: producto de una pulsión primaria que puede remontar al “instinto de muerte, universal e inmodificable” (Freud 1920); resultado de una acumulación autónoma de energía en centros nerviosos que aflora explosivamente, alcanzado un cierto nivel, en un comportamiento manifiesto (Lorenz); producto recurrente de un determinado tipo de socialización en el ámbito de una cultura que induce, favorece o premia comportamientos agresivos (Mead); resultado de un desplazamiento de la hostilidad sentida hacia un objeto (individuo o grupo) en dirección a un objeto distinto, favorito por formas de prejuicio étnico, político o religioso (Allport).