TEJIDO SOCIAL Y DESINTEGRACIÓN FAMILIAR
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 13 de febrero de 2024
Ni duda cabe que la desintegración familiar ha dañado sobremanera el tejido social de Morelos. Para el “caso mexicano” suele afirmarse que la falta o pérdida de valores éticos en la familia, su desintegración y violencia dentro de ella; la pobreza, el desempleo, la drogadicción, la marginación y la discriminación, entre otros factores, conducen hacia la delincuencia.
Desde la adolescencia, muchos jovencitos llegan a ser reclutados por el crimen organizado para ocupar espacios en la cadena delictiva a partir de su voluntad o deseo de delinquir, su preparación y el estado emocional para tener éxito en su cometido. Hay muchachos que inician su carrera delincuencial entre los 12 y 13 años.
Para nuestro infortunio, nunca se ha emprendido en México un estudio a largo plazo que permita determinar estadísticamente qué factores específicos están favoreciendo el desarrollo de nuevos delincuentes y cómo podría inhibirse su aparición.
Otros países han desarrollado proyectos ambiciosos, como las “Encuestas Longitudinales”. Es probable que este tipo de estudios no signifique nada para usted, amable lector, pero sí representa algo importante, como para ser investigado en los múltiples centros dedicados a la ciencia asentados en Cuernavaca. Ningún sociólogo desconoce los alcances de dichas encuestas, aplicadas a plazos largos.
¿Qué son? Consisten en tomar una muestra de un grupo de niños menores de 10 años en alguna ciudad y seguirlos hasta la edad adulta para identificar quiénes se convierten en delincuentes y qué factores los distinguen de aquellos que no lo hacen.
Un objetivo central es precisar qué factores específicos predicen el desarrollo del crimen en la infancia. El problema para México es que tales encuestas no forman parte de ninguna política pública tendiente, entre otras cosas, a reconstruir el tejido social o para prevenir el delito. Empero, en Inglaterra se aplicó la encuesta a 411 niños de entre 8 y 10 años de educación primaria, contactados en la zona urbana de Londres.
Llenaron cuestionarios y fueron examinados a la edad de 8, 10 y 14 años; y luego fueron encuestados a la edad de 16, 18, 21, 25 y 32 años. Según el director del programa, en todas las entrevistas fue posible contactar a casi toda la muestra (95 por ciento). También se encuestaron a los padres al menos una vez al año desde los 8 hasta los 15 años de edad y a los maestros de los niños a la edad de 8, 10, 12 y 14 años.
Durante el estudio se buscaron, en la oficina central de registros criminales de Londres, antecedentes penales de los integrantes de la muestra, así como de sus padres, hermanos, esposas, concubinas o pareja.
Al final, el 20 por ciento (1 de cada 5) de los individuos registraron antecedentes penales por delincuencia juvenil, y un tercio (153 o 37 por ciento) antecedentes penales de adultos hasta la edad de 32 años.
Según al análisis de regresión, los más importantes pronosticadores de delincuencia a la edad de 8 y 10 años se ubicaron en seis categorías: 1) Comportamiento antisocial del niño, que incluye conflictividad, deshonestidad y agresividad; 2) Hiperactividad, impulsividad y déficit de atención; 3) Pobre desempeño académico; 4) Familiares delincuentes (padres convictos, hermanos mayores convictos y hermanos con problemas de conducta); 5) Pobreza familiar (bajo ingreso, numerosa y descuidada casa-habitación); y 6) Una pobre técnica de los padres para criar al niño (severa y autoritaria disciplina, pobre supervisión de las actividades del niño, conflicto entre los padres y separación de estos con el niño).
Esta categorización resultó ser el más importante pronosticador de delincuencia a la edad de 8 y 10 años. ¿Alguno de los seis pronosticadores se adapta al caso de algún conocido o familiar suyo? Muchos de los infantes que cometen acoso escolar o “bullyng”, o abuso entre hermanos, se insertan en la problemática que los psicólogos sociales identifican como trastorno de personalidad antisocial, al que me referiré en otra columna.