CAMPAÑAS O PELEAS DE GALLOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 12 de marzo de 2024
A nivel nacional avanzan las campañas preelectorales de Claudia Sheinbaum Pardo, candidata a la presidencia de la República por la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT y Verde); Xóchitl Gálvez Ruiz, de la coalición Fuerza y Corazón por México (PAN, PRI y PRD); y Jorge Álvarez Máynez, del Partido Movimiento Ciudadano. La triada se encamina hacia las elecciones programadas para el domingo 2 de junio del año en curso. Empero, su proselitismo se ha caracterizado por los ataques y la guerra sucia.
Es aquí donde quiero retomar un artículo de Daniel Eskibel, publicado el 11 de julio de 2017. Se trata de un experto en el análisis y diseño de la comunicación política y la psicología del votante (originario de Uruguay), quien mucho sabe respecto al discurso utilizado por funcionarios en activo y los denominados políticos profesionales, en cualquier época, no solo en la preelectoral.
Dicho artículo se titula precisamente “La comunicación política como riña de gallos multimedia”, que se adapta a plenitud al manejo de los tres candidatos presidenciales mexicanos… e inclusive a las candidatas gubernamentales en Morelos.
Describe lo que, entre los mexicanos, es de sobra conocido: la pelea de gallos, colocados en el centro de un palenque, atacándose con ferocidad; altivos, furiosos, dispuestos a todo. Lastiman. Hieren. Salta la sangre. Siguen peleando escandalosa y salvajemente.
“A su alrededor cantidad de personas gritan. No se pierden detalles de cada ataque. Apuestan al que ven más entero, más duro, más agresivo. Es terrible, lo sé. Pero ocurre en muchos lugares de América Latina (…) ¿Te imaginas la escena, los gritos, las caras, los gestos, la pelea, la sangre? (…) Algunos políticos creen que así es como las personas deciden su voto. Como si fueran espectadores de una riña de gallos”.
Los políticos, indica Eskibel, ven la política como un combate encarnizado; salen al ruedo desafiantes y orgullosos como gallos de pelea; atacan duro a su rival; creen que la comunicación política es una competencia agresiva en la que hay que “pegarle” a los rivales para desarmarlos frente al público; creen que cuanto más duro peguen mejor serán recompensados por el público que observa; y por lo tanto cultivan con esmero su artillería verbal.
Entonces salen a los medios enojados, irónicos, hirientes. A veces sus palabras son demoledoras. Y se convencen de que el rival quedó “muerto” con su ataque. Entonces disfrutan de los aplausos de quienes se sienten identificados con su enojo. Ese es el santo y seña de su comunicación política. Tiempo después pierden las elecciones, porque la gente no actúa frente a la política como si estuviera ante una riña de gallos.
¿Cuál es la emoción que sienten los votantes cuando ven y/o escuchan el ataque?
Enojo. Ese es el efecto. Eso es lo que sienten. Enojo. Ven al político muy enojado ante las cámaras de televisión y en ese mismo momento sienten enojo. Esa riesgosa emoción y propaganda puede llegar con mayor facilidad al núcleo duro de sus simpatizantes o al de sus adversarios. Sin embargo, habría que pensar en la mayoría de la población. ¿Qué sienten los votantes?
“Algunos no sienten nada porque están tan afuera del mundo político que ni se enteran, y si lo hacen es muy superficialmente. El resto siente un enojo más difuso, como una cierta carga de agresividad que le está transmitiendo el atacante. Si este tipo de escenas se reitera, entonces lo más probable es que sientan enojo cada vez que vean a ese político, al enojado, al que ataca. Es una asociación mental muy simple y muy efectiva. Lo ven agresivo y sienten enojo, lo ven agresivo otra vez y vuelven a sentir enojo…y así sucesivamente hasta que un día simplemente lo ven y sienten ese enojo (…) Obviamente que nadie vota por un político cuya sola presencia, imagen o recuerdo despierta enojo en el votante. No importa si tiene razón. Lo que importa es que lo que suscitan emociones desagradables y por lo tanto construye una enorme barrera con el electorado”.
El político enojado (o visiblemente agresivo) tiene sus 15 minutos de notoriedad, pero esto no sirve y los votantes terminan olvidando esos momentos tan desagradables. Los ciudadanos no esperan pleitos, sino solución a sus problemas.
¿Usted qué opina, estimado lector?