EL ESCENARIO DEL ODIO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 1 de mayo de 2024
Comenzaré esta columna con una opinión muy personal respecto al odio entre hermanos mexicanos y morelenses, que prevalecerá más allá de las elecciones del próximo domingo 2 de junio. Es el sentimiento, o el separatismo, si usted prefiere llamarlo así, fomentado desde hace casi seis años por López Obrador en sus conferencias mañaneras.
Mediante una supuesta ideología de izquierda, a través del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), AMLO consiguió dividir al país entre pobres y ricos, aunque debo subrayar que los oligarcas aludidos cientos de veces por los más conocidos exponentes del morenismo en referencia a los adversarios de López Obrador y a los miembros de la “mafia del poder”, también existen en ese instituto político. En torno de la 4T abundan millonarios y multimillonarios, así como nuevos ricos emanados de la coyuntura sexenal. ¡Faltaba más!
El divisionismo en México no presagia nada bueno, mucho menos si la candidata del obradorato, Claudia Sheinbaum Pardo, en caso de resultar victoriosa el 2 de junio, mantiene su actitud autoritaria y no ejecuta una profunda labor de reconciliación entre los mexicanos. Proyecta ser una mujer hostil, con gran memoria fotográfica, donde almacena resentimientos y hasta rencores. Espero equivocarme. No sucede así con Xóchitl Gálvez, quien inspira confianza, empatía, capacidad de reconciliación y apertura, sin prejuicios.
La señora Sheinbaum me recuerda una canción de Rubén Blades, titulada Cipriano Armenteros, la cual, en su primera estrofa, dice lo siguiente:
“En 1806, era el 16 de enero, en la llanura en Veraguas, cayó Cipriano Armenteros: ¡así fue! (…) El pueblo se reunió a ver cuando el preso regresaba, escoltado por la tropa que Manuel Flores mandaba (…) Algunos, viéndolo herido, de él riendo, se burlaban (…) Cipriano, en la memoria, sus caras fotografiaba”.
La última línea me interesa: “Cipriano, en la memoria, sus caras fotografiaba”. Entonces yo podría decir: “Claudia, en la memoria, sus caras fotografiaba”. Insisto: espero equivocarme y, de resultar ganadora el 2 de junio, lo deseable es que la ex jefa de Gobierno de CDMX, sin claudicar en la ideología de quienes deambulan en la 4T ni en los valores fundamentales del movimiento, estructure un gobierno que no implique enormes sacrificios para los ganadores ni tampoco para los perdedores.
La actual coyuntura socio-política de México, derivada del proceso electoral cuya parte más álgida se desarrollará el domingo 2 de junio de 2024, está marcada por la polarización social. Por todos lados, a lo largo y ancho del país, prevalece un clima de gran incertidumbre, desconfianza entre compatriotas y creciente clasismo.
La única posibilidad de crear un nuevo ordenamiento económico, político y social se sustenta en la reconstrucción de la confianza entre todos los sectores de la colectividad nacional. Los elementos de la confianza deberían ser considerados como razón de estado por la nueva presidenta si desea consolidar su administración durante los dos primeros años del próximo régimen.
La confianza, como capital social, es un trinquete que se mueve con más facilidad en una dirección que otra; las acciones de los gobiernos pueden derrocharlo enseguida, mientras que reconstruirlo resulta mucho más difícil. Los actores deben apoyarse entre sí en caso de creer que forman parte de una comunidad basada en la confianza mutua, que nos lleva al concepto de capital social. Más claro: es la capacidad que posee la gente de trabajar juntos para lograr propósitos comunes en grupos y organizaciones.