¿QUIÉN FRENARÁ LA DECADENCIA DE CUERNAVACA?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 13 de mayo de 2024
Este fin de semana, a través de cuentas de Twitter que le son afines, se difundieron fotografías de José Luis Urióstegui Salgado, alcalde de Cuernavaca con licencia y quien busca ser reelecto en los comicios del próximo 2 de junio, haciendo campaña y presumiendo una realidad citadina solo existente en su cabeza, pues las circunstancias de la capital morelense, las verdaderas, no soportan el mínimo análisis objetivo. El actual gobierno municipal no ha conseguido detener la decadencia de nuestro amado terruño.
Muchas veces me he referido a esa debacle de Cuernavaca, la cual puede notarse de diferentes formas. La siguiente es una lista con los factores más evidentes: altas tasas de desempleo, delincuencia, violencia sin control, despoblación, paisajes desolados, edificios abandonados, familias separadas, negocios cerrados, toneladas de basura sin recolectar, graffiti, baches, parches y miles de accesorias sin rentarse. Sin embargo, la decadencia urbana no es por una sola causa, sino por la combinación de varias, incluyendo la urbanización precaria, la pobreza, la suburbanización, la anarquía y algo que he mencionado durante varios lustros: la existencia de zonas de tolerancia o zonas de exclusión, cobijadas por empleados corruptos de la comuna.
La urbanización pobre incluye la construcción de nuevos asentamientos humanos en condiciones de precarismo, tal como sucede en muchas colonias. Empero, estoy seguro de que lo mismo se presenta en todas las localidades de la zona metropolitana de Cuernavaca, donde una de las principales características es la alta incidencia criminal.
Tocante al surgimiento de nuevos asentamientos humanos, casi siempre se trata de colonias irregulares cuyos moradores no disponen de servicios públicos. Esa gente consigue empleos precaristas en donde puede. Si algo caracteriza a Cuernavaca es la existencia de muchísimos sectores informales posesionados del espacio público para sus actividades ilegales. El ayuntamiento capitalino hace como que regulariza y “resuelve” la problemática, pero en realidad son montajes. No pasa nada. Abunda la simulación. Y la simulación es equiparable a la corrupción. En el fondo hay un delito denominado COMISIÓN POR OMISIÓN.
Se presentan entonces más factores del decaimiento urbano: altos niveles de pobreza, elevada problemática de drogadicción y alcoholismo, criminalidad y pandillerismo. En tal contexto no es remota o extraña la complicidad entre delincuentes y policías. La clase media y media alta mantiene en Cuernavaca la percepción de inseguridad. Los asaltos a mano armada y el robo a casa-habitación están a la orden del día. Abundan los casos de autopartes robadas, inclusive en sitios presuntamente protegidos por seguridad privada. Dícese que las ratas están protegidas por patrulleros.
Y mientras persisten los vaivenes en la incidencia delictiva, con autoridades municipales evasivas e inclinadas a culpar de sus dislates al gobierno estatal y a la CES-Morelos, las propiedades se deprecian. Se cumple el viejo dicho: “Cuando veas sangre corriendo por las calles, compra bienes inmuebles”.
Así las cosas, Cuernavaca exhibe cada día más la degradación de su antigua cohesión social. Desde mi modesta opinión, yo diría que esa condición ya no existe, pero es indispensable para generar confianza, que es el principal ingrediente del capital social. Muchos, muchísimos cuernavacenses ya no se sienten orgullosos del lugar donde nacieron (nacimos). ¿Ve usted a los moradores de las colonias limpiando sus patios y frentes de calles? Yo no. Con el paso del tiempo, esa tendencia a la suciedad propició otros signos de decadencia: el grafiti y la proliferación de basura. TODO DESALIENTA LA CONFIANZA EMPRESARIAL Y LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS. Y mientras la decadencia citadina avanza, Urióstegui busca afanosamente su reelección.