MAESTROS DEL FINGIMIENTO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 01 de julio de 2024
Nicolás Bernardo de Maquiavelo, nacido en Florencia (Italia) el 3 de mayo de 1469 y fallecido ahí mismo el 21 de junio de 1527, escribió lo siguiente en su magna obra “El Príncipe”, entre muchas otras cosas útiles para ejercer durante cierto periodo gubernamental. Tiene plena vigencia en tiempos actuales, cuando los mexicanos hemos sido bombardeados con cientos de mentiras, un día sí y otro también, como parte de las políticas públicas sexenales:
“Es indispensable disfrazar bien las cosas y ser maestro en fingimiento, pues los hombres son cándidos y tan sumisos a las necesidades del momento que, quien engañe, encontrará siempre quien se deje engañar”.
No exagero, gentiles lectores, cuando escribo que nunca como en el presente régimen había sido testigo de la formal tan vil y descarada en que mienten nuestros más encumbrados políticos. Por ello quiero retomar algunos textos sacados del libro “País de Mentiras” (Editorial Océano, 2009), cuya autora es la brillante socióloga, novelista y catedrática Sara Sefchovich. Escribió:
“Es una actitud que no tiene signo partidista ni corriente ideológica, sino que se encuentra enraizada en la sociedad; de ahí la desconfianza y la incredulidad con que se recibe la información, sobre todo si procede del gobierno (…) México puede salvarse de la falacia y la corrupción. Yo confío en los ciudadanos que día con día mantienen la esperanza y cumplen aun cuando sepan que los engañan (…) En la vida pública, el no creer alcanza ahora dimensiones escandalosas. Como no tenemos un líder moral, la confianza no está depositada en nadie”. Conste: son palabras plasmadas en 2009, pero como han ido las cosas en la administración actual, tienen aplicación en la coyuntura denominada Cuarta Transformación.
Agregó Sara Sefchovich:
“¿Tenemos ganas de creer que de la noche a la mañana se puede cambiar todo? ¿Tenemos ganas de creer que un personaje va a cambiar años de mentiras y corrupción? Esa fantasía de que de la noche a la mañana todo cambia, de que puedes cambiar una parte sin cambiar el todo, que todo lo vas a seguir esperando del gobierno, eso es lo que me preocupa. Nosotros hemos creado eso. Tenemos la cultura de esperar lo inesperable”.
¿De qué hemos sido testigos, gentiles lectores? Va un apretado resumen: licitaciones otorgadas al mejor postor, el cobro de comisiones a cambio de jugosas concesiones, la venta de información privilegiada y demás vicios aún imperantes en los negocios del gobierno, el tráfico de influencias y el uso abusivo del poder público.
Y aquí yo insertaría a Mark Twain (Florida, Misuri, 30 de noviembre de 1835 – Redding, Connecticut, 21 de abril de 2010), quien fue un popular escritor, orador y humorista estadounidense. En otra ocasión me referiré a sus obras, pero hoy sólo me concretaré a lo que declaró sobre la ficción:
“La diferencia entre la realidad y la ficción es que la realidad no necesita ser verosímil (…) ¿Por qué no debería ser la verdad más extraña que la ficción? La ficción, después de todo, tiene que tener sentido (…) A veces me pregunto si el mundo está gobernado por personas inteligentes que nos están embromando, o por imbéciles que hablan en serio (…) El mayor robo en la historia de los Estados Unidos se está llevando a cabo mientras usted lee esto”.
Así las cosas, los morelenses y los mexicanos en general tenemos material suficiente para meditar sobre épocas anteriores o actuales y las historias referentes a quienes nos han gobernado o siguen gobernando.
Ni duda cabe: hubo tiempos en que experimentamos la ficción, la mentira, la demagogia, los engaños cotidianos, las promesas (incumplidas), los montajes escénicos, las acciones y omisiones, el tráfico de influencias, la construcción de cábalas impenetrables de cuates que se enriquecieron al amparo oficial, etcétera. Es decir: la existencia de la delincuencia institucionalizada. Y no veo la causa por la cual, en el presente, las condiciones hayan cambiado con el advenimiento de los mismos de siempre.