HANNAH ARENDT Y LA MENTIRA POLÍTICA
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 07 de agosto de 2024
En algunas columnas, tomando como base la mentira en el discurso político y aludiendo hechos coyunturales, he escrito sobre Hannah Arendt (1906-1975), filósofa de origen alemán, quien recordó ese “pequeño” defecto humano en su libro “Entre el pasado y el futuro”, capítulo “Verdad y política” (editorial Península, Barcelona, 1996). Reflexiona así, resumiendo el problema: “La reescritura de la historia y la fabricación de imágenes sobrecogedoras son lo propio de todos los gobiernos. Me refiero a los estragos de la manipulación de masas”.
Una vez superada la etapa electoral en Morelos y al estar próxima la distribución del poder público entre personajes de muy diversas ideologías, confirmamos que la política es, sin duda alguna, un lugar privilegiado de la mentira.
Desde Aristóteles hasta Heidegger, san Agustín, Rousseau y Kant han pensado los recorridos de una concepción de la mentira, de la cual se infiere que la intención de mentir está en el origen de un engaño al otro o a uno mismo; que debe diferenciarse entre la mentira por error o de las incertidumbres más o menos deseadas que fecundan las ambigüedades del lenguaje. Kant rechaza el supuesto derecho de mentir “por humanidad” en nombre de principios meta-jurídicos.
La política mexicana, al igual que la morelense, inmersa como se dice en un periodo de transición, sólo alcanza a conjugar un verbo. ¿Será transar, engañar, simular, falsificar, burlar o traicionar?
Empero, sería innecesario e imprudente dramatizar en exceso, pues la política es así (recordemos a Hannah Arendt). “Es una actividad de humanos, no de ángeles”, decía don Lauro Ortega, gobernador morelense en el periodo 1982-1988. Cualquier reproche en términos de honor, respetabilidad y virtud tendría que ser tachado de ingenuidad y moralismo.