LOS MIGRANTES, EN LAS ARENGAS Y MUERAS DE AMLO DURANTE EL GRITO
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 17 de septiembre de 2024
El presidente Andrés Manuel López Obrador, durante el Grito de Independencia el pasado domingo, volvió a mencionar a nuestros connacionales residentes en otros países, particularmente a quienes viven en los Estados Unidos de Norteamérica, como ocurre con varios de mis familiares radicados allá desde hace décadas. Decidieron trasladarse al vecino país del norte buscando mejores oportunidades laborales y económicas. Y ahí la llevan, no sin antes haber sufrido fuertes presiones, circunstancias precarias económicamente hablando, y además el racismo.
López Obrador, en la cascada de arengas y mueras gritó: “¡Vivan nuestros hermanos migrantes!”. Y allá, sobre muchísimas regiones de los Estados Unidos, los paisanos debieron devolverle el favor de la mención, pero no como le hubiese gustado al presidente, sino con un recordatorio alusivo al 10 de mayo. Quienes desde EUA contribuyen a sostener la economía popular de México con sus remeses, no tienen nada qué agradecerle al macuspano. Eso sí: la mención, a veces de las “benditas remesas”, y en otras respecto a los connacionales avecindados allá, constituyen parte de la demagogia sexenal, tal como fueron interpretadas las arengas y mueras del presidente durante el Grito de Independencia, saliéndose del protocolo dedicado a vitorear a los héroes que nos dieron patria y honor. Si AMLO buscó salirse de la tradición para darle su toque personal a la gritería, en lugar de proyectar originalidad cayó en el ridículo.
Al menos quienes somos familiares de migrantes mexicanos en Estados Unidos escuchamos con coraje ese tipo de expresiones. No hay nada qué agradecerle al presidente. Los aproximadamente 530 millones de dólares anuales, llegados a Morelos gracias a nuestros paisanos, hoy por hoy son la base económica de la inmensa mayoría de pueblos, comunidades y rancherías, superando en mucho, muchísimo a los programas sociales del bienestar.
En otras columnas, cuando he tenido la necesidad de referirme al oportunismo presidencial vinculado a nuestros hermanos migrantes, he escrito que al político tabasqueño siempre le ha gustado “presumir con sombrero ajeno” o “hacer caravana con sombrero ajeno”. Las dos frases tienen el mismo significado. Como sabemos, hacer caravana con el sombrero es saludar con él o rendir reconocimiento a alguien más. El mérito es que el sombrero es propio. Pero realizar la caravana con sombrero ajeno significa que existe un grado de falsedad o faltan méritos en quien saluda, porque el sombrero no es suyo o no le costó.
De lo anterior se desprende el verbo “caravanear” (me parece que no está reconocido por la Real Academia Española de la Lengua), pero se dice cuando alguien saluda flexionando el tronco y estirando el brazo de manera servil. Se trata de hombres y mujeres pretendiendo sacar raja de determinada situación, mediante la exageración. Así pues, el que “caravanea” es un zalamero que espera obtener beneficio a través de los resultados o el trabajo de otros.
Por eso en múltiples columnas me he referido a los desplantes oportunistas del presidente quien, cada vez que pudo, se refirió al tema de las remesas enviadas desde Estados Unidos por nuestros connacionales como si fuera algo maravilloso, un logro suyo digno de presumir; cuando los familiares de quienes a diario se parten la madre en aquella región, la mayoría de las veces bajo ambientes hostiles, sabemos de sus envíos de dinero a muchísimas regiones mexicanas luego de enormes sacrificios.
AMLO desconoce el sufrimiento de los mexicanos; primero para alcanzar el territorio norteamericano; y después de padecer graves penurias y agravios, encontrar un empleo más o menos remunerado como para destinar parte de su salario a familiares asentados en estados expulsores de mano de obra, entre los cuales se encuentra Morelos.
Así las cosas, cada vez que López Obrador hizo caravana con sombrero ajeno y presumió las remesas, cualquier cantidad de mexicanos que a diario se parte la madre en aquel territorio siempre le envió cordiales saludos, tal como lo hacen las porras en partidos de fútbol, dirigiéndose al árbitro o al equipo contrario.