La Casa de los Famosos y la interpretación psicológica
La segunda temporada de La Casa de los Famosos México 2024 culminó este fin de semana con el indiscutible triunfo del conductor Mario Bezares, quien recibió un maletín con el premio de cuatro millones de pesos al coronarse con el primer lugar del reality show. Karime Pindter, la popular influencer, quedó en segundo lugar, mientras que Gala Montes y Arath de la Torre se posicionaron en tercer y cuarto lugar, respectivamente.
Esta edición estuvo marcada por una fuerte competencia entre los equipos Mar y Tierra, así como por momentos de alta tensión y algunas polémicas, como la salida de Adrián Marcelo, que generó repercusiones mediáticas.
La final fue un evento destacado, acumulando casi 40 millones de votos, y contó con la participación de exhabitantes y momentos emotivos en los que los finalistas vieron sus momentos más memorables dentro de la casa.
El programa, por lo demás, se convirtió en un experimento sobre la interacción grupal, similar a la “teoría de los roles sociales” en psicología. Cada participante asumió un rol dentro del grupo: líder, seguidor, pacificador, disruptor, etc. Estos roles a menudo se forman de manera inconsciente y cambiaron a lo largo del programa en función de las circunstancias o la evolución de las relaciones interpersonales.
Algunas interpretaciones del programa, a partir de la psicología, indican que la presencia constante de cámaras y la conciencia de ser observado por el público, en este tipo de shows, pueden influir en el comportamiento de los concursantes. La psicología social ha demostrado que la conformidad, es decir, el deseo de ajustarse a las expectativas del grupo o del entorno, puede aumentar en situaciones de aislamiento o presión social, como las que experimentan los participantes. El miedo a ser excluido o nominado genera un comportamiento
El encierro prolongado y la falta de contacto con el mundo exterior pueden generar altos niveles de estrés y ansiedad. Esto lleva a una disonancia cognitiva entre la “imagen pública” que los concursantes quieren proyectar y su verdadero yo. Los participantes enfrentan situaciones que desafían su identidad personal y pública, lo que a menudo provoca conflictos internos y, a veces, crisis emocionales.
Bajo condiciones de estrés, los mecanismos de defensa se activan con mayor frecuencia. Se pueden observar estrategias psicológicas como la proyección (atribuir a otras características propias que no se quieren reconocer), la negación (evitar enfrentar la realidad de una situación), o el desplazamiento (redirigir emociones hacia otros). Estos mecanismos son evidentes en las discusiones y enfrentamientos entre los concursantes.
Desde luego, la competencia por la permanencia y el favoritismo del público genera dinámicas de poder, donde algunos participantes emplean tácticas de manipulación o control emocional para avanzar. Este comportamiento puede estar relacionado con teorías sobre el “poder blando” en psicología, donde las personas intentan influir en las decisiones de los demás sin recurrir a la fuerza directa, sino a través de la persuasión y la creación de alianzas.
Ni hablar sobre el voyeurismo. Desde la perspectiva del espectador, el formato del programa explota el fenómeno del voyeurismo, que se refiere al deseo de observar la vida íntima de otros sin ser visto. Para los concursantes, la constante exposición ante las cámaras podría llevar a una forma de exhibicionismo, donde algunas personas sienten placer al ser el centro de atención.
El aspecto competitivo del programa se asemeja a un experimento de supervivencia social. Al respecto hay muchos shows en el mundo. Los concursantes, conscientes de que solo uno puede ganar, muestran comportamientos estratégicos que recuerdan a teorías sobre la “selección natural” en un entorno social. Este fenómeno genera un ambiente de “lucha o huida”, donde la amenaza de ser eliminado produce respuestas intensas que revelan la verdadera naturaleza de los participantes.
Obviamente, el público, al ver el programa, también experimenta una reacción psicológica. Los espectadores a menudo forman vínculos parasociales con los concursantes, lo que significa que desarrolla una conexión emocional unidireccional con ellos. Esto puede afectar las percepciones y actitudes del público hacia los comportamientos que observan, generando respuestas emocionales fuertes como empatía, admiración o rechazo.