LA GESTACIÓN DE UN DELINCUENTE
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 15 de octubre de 2024
El proceso de gestación de un delincuente es un fenómeno complejo que involucra una combinación de factores individuales, sociales, familiares, económicos y psicológicos. No existe una única causa que lleve a ciertas personas a delinquir; más bien, se trata de una confluencia de circunstancias que se acumulan a lo largo del tiempo.
A nivel individual, existen características personales que pueden predisponer a una persona a involucrarse en actividades delictivas. Algunos estudios sugieren que ciertas condiciones como impulsividad, baja tolerancia a la frustración o la falta de habilidades de autocontrol pueden aumentar la probabilidad de cometer delitos. Las personas que experimentan problemas de salud mental, como la depresión, la ansiedad o trastornos de personalidad, también pueden estar en mayor riesgo de desarrollar conductas antisociales.
El entorno familiar juega un papel crucial en el desarrollo de la personalidad y los valores de un individuo. Una familia disfuncional, marcada por la violencia, el abuso o la falta de apoyo emocional, puede generar un ambiente propenso para que un individuo adopte comportamientos delictivos. Los modelos de conducta dentro del hogar son fundamentales: la presencia de figuras paternas o maternas que participan en actividades delictivas o que no proporcionan una guía moral sólida puede influir negativamente en los hijos.
El ambiente en el que una persona crece también es determinante. Las comunidades donde hay altos índices de violencia, desempleo, falta de oportunidades educativas y exclusión social son caldo de cultivo para la delincuencia. En estos entornos, la presión de grupo y la necesidad de supervivencia pueden llevar a las personas a cometer delitos. Además, la cultura del entorno puede normalizar o glorificar la violencia, el crimen y la ilegalidad, creando un marco de referencia donde los comportamientos delictivos se perciben como aceptables o incluso.
La pobreza y la desigualdad económica son factores que también influyen en el desarrollo del comportamiento delictivo. La falta de acceso a empleo digno, educación de calidad y servicios básicos puede llevar a una persona a buscar formas ilegales de satisfacer sus necesidades. En este contexto, el delito se convierte en una opción económica, especialmente cuando las alternativas de empleo formal son escasas.
La falta de acceso a una educación de calidad y oportunidades de desarrollo personal y profesional limita las perspectivas de vida de una persona. Los jóvenes que no encuentran en la educación una vía para mejorar sus condiciones de vida, o que abandonan el sistema educativo sin herramientas para competir en el mercado laboral, pueden verse atraídos por el delito como una forma de obtener, entre las pandillas y células delictivas, lo que no puede lograrse en un empleo legal.
En muchos casos, el delincuente también se gesta dentro de un contexto donde la justicia es ineficaz o inexistente. La impunidad puede fomentar la percepción de que es posible cometer delitos sin enfrentar consecuencias graves. Cuando el sistema de justicia no es capaz de sancionar adecuadamente a los infractores, o cuando las penas son desproporcionadamente leves, esto puede incentivar la conducta delictiva.
La descomposición del tejido social tiene una relación directa con el aumento de la criminalidad y el reclutamiento de individuos para actividades delictivas. La pobreza, la exclusión, la pérdida de confianza en las instituciones y la falta de cohesión social crean un entorno en el que el delito se convierte en una opción atractiva o necesaria.
Para enfrentar este problema, es fundamental reconstruir el tejido social mediante políticas que promuevan la igualdad, el acceso a oportunidades y el fortalecimiento de las instituciones públicas, a fin de restaurar la confianza y ofrecer alternativas diferentes a la delincuencia, especialmente para los sectores más vulnerables, desde luego sin quebrantar el marco legal.