ULISES BRAVO: ESCENARIOS
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 23 de octubre de 2024
La situación interna de Morena en Morelos enfrenta un posible punto de quiebre ante la polémica en torno a Ulises Bravo Molina, medio hermano del exgobernador Cuauhtémoc Blanco, cuya influencia dentro del partido ha sido objeto de críticas.
Su permanencia en posiciones de poder podría generar tensiones significativas, con divisiones internas y afectando la cohesión del partido en momentos clave, de cara a las próximas elecciones. Cierto: los comicios de 2027 parecen lejanos, pero en política es bastante posible avanzar rápido en el tiempo.
Este conflicto podría debilitar a Morena en el estado, pero también repercutir en su imagen a nivel nacional, especialmente si no se manejan adecuadamente los señalamientos de nepotismo y la concentración de poder en un entorno donde la transparencia y la apertura son fundamentales.
Ulises Bravo ha sido figura polémica debido a su cercanía con Cuauhtémoc Blanco y su supuesta influencia en decisiones relevantes durante la administración del ahora exgobernador. Esto ha levantado señalamientos de nepotismo, con críticas de que dentro del gobierno de Blanco limitaba la participación de otros cuadros políticos y bien identificados actores dentro de Morena en Morelos. Lo anterior fue una narrativa constante durante el proceso electoral de este año.
Morena es un partido que aglutina diferentes corrientes, siendo Ulises Bravo la cabeza visible de una de ellas, con predominio en el Consejo Político Estatal de Morena. Si su influencia sigue siendo fuerte y no se le remueve de su posición de poder, es probable que surjan fracturas entre las distintas facciones del partido en el estado. Estos grupos, según podemos vislumbrar desde ahora, empezarán a disputarse el liderazgo interno y, en el proceso, debilitar la unidad del partido. La falta de un consenso o la incapacidad de llegar a acuerdos sobre su rol podría escalar las tensiones, conduciendo a una guerra interna entre las “tribus” morenistas.
Por cierto, para contender por la presidencia de Morena a nivel estatal ya están más que anotados Carmelo Enríquez Rosado, con la venia de la gobernadora Margarita González Saravia, y Raúl Tadeo Nava. El primero es director del Instituto de Estudios Legislativos del Congreso local, y el segundo es titular del CECyTE en el estado.
Otro escenario es el de una crisis interna prolongada, que pudiese tener repercusiones negativas en la percepción de la base electoral morenista y sectores sociales en los municipios. Los críticos pueden interpretar la falta de control o la persistencia de figuras polémicas como un signo de desorganización y falta de transparencia dentro del partido.
Además, si las divisiones internas se hacen más evidentes, los adversarios políticos podrían aprovechar estas debilidades para fortalecer sus propias campañas y captar a militantes desencantados, debilitando la fortaleza de Morena en un estado que es clave para el panorama elector.
El conflicto en torno a Ulises Bravo también puede escalar hasta el nivel de la dirigencia nacional de Morena. Si las disputas internas en Morelos se agudizan, la dirigencia podría verse forzada a intervenir para evitar un daño mayor a la cohesión del partido. Esto podría generar tensiones adicionales si los líderes locales sienten que su autonomía está siendo socavada o si la solución planteada desde el centro no es bien recibida por todas las facciones en el estado.
Morena a nivel nacional ha demostrado que tiene interés en mantener la unidad y evitar conflictos internos que pongan en riesgo sus posibilidades electorales, por lo que una intervención de este tipo podría generar aún más divisiones si no se maneja con pericia y objetivos de reconciliación.
Insisto: falta un largo tramo para llegar a otro proceso electoral (el intermedio de 2027), pero cualquier crisis interna en Morena en Morelos puede tener un efecto debilitante.
En resumen, si Morena no maneja correctamente la situación de Ulises Bravo, es posible que se desate una crisis que afecte la cohesión del partido, provoque divisiones y debilite su posición frente a su base militante y el electorado. La clave será si los líderes locales y nacionales pueden encontrar una forma de resolver este conflicto de manera que satisfaga a las distintas facciones y mantener la cohesión.