TERRORISMO Y DISPUTA DE TERRITORIOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 25 de octubre de 2024
Durante la gira de la presidenta Claudia Sheinbaum por Baja California Sur, este viernes, el secretario de Seguridad y Auxilio Ciudadano federal, el morelense Omar García Harfuch, fue cuestionado respecto a la explosión de coches-bomba hace unos días en dos municipios de Guanajuato. Categóricamente negó que fueran actos de terrorismo, pero sí una disputa de territorios, con operaciones de narcotráfico y otras vertientes del crimen organizado. Agregó que el terrorismo tiene tintes ideológicos, religiosos, etcétera.
Dijo lo siguiente:
“Aquí es una disputa de dos grupos delincuenciales para pelearse entre ellos y amedrentar a la autoridad, ya sea porque alguna autoridad local esté involucrada con algún otro grupo o porque la propia autoridad los está combatiendo. Es decir, no están disputando más que la venta de droga, la venta hidrocarburo y eso son: dos grupos delincuenciales confrontándose entre ellos”.
En concreto: para García Harfuch no hubo nada relacionado con el terrorismo. Sin embargo, salimos a escena quienes tenemos otros datos.
Las explosiones de coches bomba en Guanajuato, me parece, podrían considerarse actos de terrorismo, frente a una línea tenue. La definición de terrorismo, en términos generales, implica el uso de violencia o amenazas de violencia con el fin de infundir miedo o coaccionar a una población o gobierno para alcanzar metas específicas, como el control territorial.
En el contexto de Guanajuato, estos ataques violentos estuvieron dirigidos a generar pánico entre la población y a demostrar poder frente a las autoridades y otras organizaciones criminales, en un estado donde la disputa por el control de actividades ilícitas ha sido muy intensa en los últimos años. El uso de coches bomba marca una escalada en las tácticas de estos grupos, similar a métodos observados en conflictos de alta violencia como el narcoterrorismo en Colombia.
Algunos expertos en seguridad nacional consideran que el uso de estos métodos no solo desafía la seguridad pública, sino que también busca desestabilizar las instituciones y afectar la percepción de seguridad en la región, lo que se alinea con la definición de terrorismo. Aunque en México estos actos suelen ser etiquetados como “crimen organizado”, el uso de técnicas terroristas podría legitimar el que se considera un desafío al estado mexicano.
La disputa de territorios entre grupos criminales en México está principalmente motivada por el control de actividades ilícitas, como el tráfico de drogas, la extorsión, el robo de combustible y otros negocios lucrativos en el mercado negro. Estas disputas son generalmente una competencia por recursos y áreas estratégicas que permiten a los grupos mantener y expandir su poder económico e influencia. En este contexto, la violencia se usa para eliminar o intimidar a rivales y mantener el control sobre un territorio específico, sin necesariamente buscar desestabilizar el orden institucional o infundir un miedo masivo.
El terrorismo, efectivamente, tiene un enfoque político o ideológico más claro, donde la violencia se emplea no solo para el control territorial, sino para impactar emocional y psicológicamente a la población y a las instituciones de gobierno. Los grupos terroristas suelen tener una agenda política definida, y buscan enviar un mensaje que trasciende el territorio o el control de actividades delictivas: pretenden alterar el funcionamiento del estado o presionar para obtener concesiones políticas o cambios en la sociedad. La violencia terrorista está orientada a generar un miedo generalizado y desmoralizar tanto a la sociedad como a las autoridades para socavar su legitimidad.
En el caso de los grupos criminales en México, algunos actos violentos, como las explosiones de coches bomba, pueden parecer tácticas terroristas, ya que generan miedo masivo. Sin embargo, su propósito suele estar más vinculado al control del crimen organizado que a una agenda ideológica o política específica. Aunque la línea es cada vez más tenue en algunos casos, la distinción radica en que los grupos criminales utilizan la violencia para fortalecer su posición en el mercado ilícito y no necesariamente para provocar un cambio político o social amplio, como lo haría el terrorismo clásico. Lamentablemente, el parecido con las tácticas terroristas se demuestra con el temor generalizado que, tocante al caso de Guanajuato, existe desde el estallido de los coches-bomba. Muchísimas familias en los dos municipios afectados viven inmersas en el terror, como también ocurre en Tecpan, Guerrero, y muchas otras regiones mexicanas.