¿SUPREMACÍA CONSTITUCIONAL O SUPREMACÍA DE MORENA Y ALIADOS?
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Sábado 02 de noviembre de 2024
Las recientes reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promovidas por el partido Movimientos de Regeneración Nacional (Morena) y sus aliados, han sido interpretadas de diversas maneras en cuanto a si otorgan una “supremacía de partidos” específicamente a Morena o si fortalecen la “supremacía constitucional”.
Los proponentes de las reformas argumentaron que están diseñadas para afianzar la soberanía popular y la supremacía de la Constitución sobre cualquier otra consideración, incluidos los intereses de los partidos políticos. La reforma judicial, por ejemplo, busca limitar la capacidad del Poder Judicial para intervenir en políticas públicas o en reformas constitucionales, lo cual se presenta como un fortalecimiento de la voluntad del pueblo expresada a través de la Constitución. La idea es que las reformas buscan que “las decisiones más significativas estén más directamente en manos del pueblo y sus representantes electos, minimizando la intervención de otros poderes”.
Críticos y opositores a estas reformas argumentan que, en la práctica, estas consolidan el poder de Morena. Al limitar la capacidad de revisión judicial sobre las reformas constitucionales, se creó un escenario donde las mayorías legislativas avanzarán con menos contrapesos, potencialmente favoreciendo a aquellos que controlan el Congreso en este momento. Esto asegurará la hegemonía política de Morena, dado su control actual sobre el Congreso. Y mejor ni hablamos sobre el Ejecutivo y el futuro predominio sobre el Poder Judicial.
Desde una perspectiva crítica, se podría argumentar que, aunque las reformas buscan fortalecer la Constitución y la voluntad popular, el contexto en el que se implementan (con Morena avasallando) sugiere que ya está presente la intención de asegurar la continuidad del partido y su gobierno. Sin embargo, también es cierto que las reformas constitucionales son, por naturaleza, decisiones políticas de alto nivel que reflejan la voluntad de aquellos en el poder en determinado momento, lo cual no es exclusivo de Morena. En México lo hemos visto en anteriores épocas históricas y así es en infinidad de naciones del mundo.
Obvio, mientras Morena y sus simpatizantes ven las reformas como un avance hacia una presunta democracia más directa y menos influenciada por poderes externos, sus opositores las ven como un movimiento para consolidar poder, temiendo que esto pudiese afectar la separación de poderes y la independencia del Poder Judicial. Sin embargo, en México, con el PRI en el poder, los mexicanos tuvimos un régimen fundamentado en el autoritarismo. Hoy es más de lo mismo.
Si bien las reformas se presentan como un fortalecimiento de la “supremacía constitucional”, la crítica sobre una posible “supremacía de partidos” se centra en cómo beneficiarán a Morena en el corto plazo, dada su actual hegemonía política. La interpretación depende en gran medida de la perspectiva política de quien analiza las reformas: como un refuerzo de la voluntad popular o como una estrategia para consolidar poder político.
Es muy importante reflexionar sobre la excesiva narrativa en torno al “pueblo”. Muchísimas veces, desde la Presidencia de Claudia Sheinbaum, hasta las tribunas del Congreso de la Unión, se ha utilizado de manera excesiva el concepto “pueblo”. Se dice, pues, que las reformas constitucionales, incluidas las de la supremacía partidista, son producto de la decisión del pueblo, expresada en las urnas el 2 de junio pasado.
Esto es una evidente estrategia discursiva tendiente a consolidar el poder de Morena, evocando una conexión directa e ininterrumpida con la voluntad popular, una táctica que se alinea con tradiciones populistas donde el líder se presenta como el genuino representante del “pueblo” frente a élites o instituciones que se perciben como ajenas o adversas a los intereses populares. Este uso intensivo del término no solo refuerza la idea de que las políticas y reformas impulsadas por Morena son la materialización de la voluntad del pueblo, sino que también intenta situar al partido en una posición moral y política superior, sugiriendo que criticar u oponerse a sus iniciativas es, de alguna manera, oponerse al pueblo mismo.
Esta sobreutilización es una clara manipulación semántica que simplifica la complejidad de la sociedad en una dicotomía de “pueblo” versus “élites” o “enemigos del pueblo”, lo cual ha servido para polarizar el debate político, deslegitimar la oposición, y fortalecer la narrativa de Morena como el único defensor de los intereses populares. Este enfoque ha minado la pluralidad de pensamiento y diversidad de opiniones, promoviendo una visión homogénea del “pueblo” que, en la práctica, puede ser utilizada para justificar concentraciones de poder bajo el pretexto de la soberanía popular. Pero insisto: lo actual es una repetición de muchas etapas históricas. Es más de lo mismo.