MORENA, SIN CONTENCIÓN
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 06 de noviembre de 2024
El célebre filósofo y jurista Charles-Louis de Secondat, mejor conocido como Montesquieu, nos legó una de las observaciones más profundas sobre la naturaleza humana: “Quien tiene poder tiende a abusar del mismo; no se detiene sino cuando encuentra límites”. Esta afirmación, inscrita en su obra El Espíritu de las Leyes, obra publicada en 1748, tiene completa aplicación en la actualidad. Y podría quedarle a la medida a Morena en México. Desglosemos.
La historia ofrece innumerables ejemplos que validan esta premisa. Desde los emperadores romanos hasta los dictadores contemporáneos, el poder absoluto ha demostrado ser un catalizador para la corrupción y el autoritarismo. La falta de límites claros permite que quienes ostentan el poder lo utilicen no en beneficio de la sociedad, sino para consolidar su propia posición y perpetuar su control. Este patrón se repite en todos los niveles, desde el ámbito político hasta el empresarial, mostrando que el abuso del poder no es exclusivo de los gobiernos, sino un riesgo omnipresente.
Montesquieu proponía la división del poder en tres ramas: legislativa, ejecutiva y judicial, con el fin de equilibrar la balanza y evitar el despotismo. Cada una de estas ramas debe actuar de manera independiente, pero al mismo tiempo supervisar y limitar las acciones de las otras. Este modelo, adoptado por muchas democracias modernas, se erige como una salvaguarda contra el abuso, aunque su eficacia depende en gran medida de la integridad de quienes operan dentro del propio sistema.
Sin embargo, incluso los regímenes más robustos son susceptibles de ser socavados cuando los valores fundamentales de justicia, transparencia y rendición de cuentas son ignorados. Cuando las instituciones no funcionan adecuadamente o están dominadas por intereses particulares, el abuso de poder se convierte en una amenaza tangible. Por ello, la vigilancia ciudadana y la participación activa en los procesos democráticos son esenciales para mantener una equilibrada relación entre los poderes. Sin embargo, en México ya se perdió esa posibilidad. El Poder Ejecutivo ya domina sobre el Legislativo y el Judicial.
En última instancia, la advertencia de Montesquieu sigue siendo relevante en el contexto actual. El poder, si no se controla, puede desvirtuar los principios más nobles y convertirse en un instrumento de opresión. Por ello, la clave para una sociedad justa reside en la construcción de un marco institucional sólido y en el compromiso de sus ciudadanos para protegerlo y fortalecerlo frente a las inevitables tiendas.
El escenario descrito por Montesquieu bien podría aplicarse al partido Morena en México, especialmente considerando su posición predominante en el ámbito político actual.
Este panorama no es exclusivo de Morena, sino un fenómeno recurrente en partidos que alcanzan un dominio hegemónico. La ausencia de límites claros o la erosión de instituciones independientes puede generar un entorno propicio para el autoritarismo y la corrupción. Por ello, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y la participación activa de la sociedad civil son cruciales para garantizar que Morena, o cualquier otro partido en el poder, actúe dentro de un marco de rendición de cuentas y equilibrio. Sin estos mecanismos, el riesgo de que el poder acumulado se convierta en un instrumento de opresión y desviación de los intereses colectivos es considerable. Y aquí están, omnipresentes y despóticos.