EL NIVEL DE INCOMPETENCIA ENTRE FUNCIONARIOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 31 de enero de 2025
En el intrincado laberinto del servicio público, donde la burocracia y la política se entrelazan, el Principio de Peter emerge como una verdad incómoda pero ineludible. Esta teoría, que postula que los individuos son promocionados hasta alcanzar su nivel de incompetencia, adquiere una relevancia aún mayor en los tres órdenes de gobierno.
Ya sea a nivel federal, estatal o municipal, los funcionarios, al igual que cualquier otro empleado, se ven atrapados en la dinámica de ascensos basados en el desempeño en su puesto actual, sin una evaluación exhaustiva de sus habilidades para el siguiente nivel. Así, no es raro observar cómo personas brillantes en roles técnicos o administrativos ascienden a puestos de liderazgo para los que carecen de las aptitudes necesarias, lastrando la eficiencia y la eficacia de la gestión pública.
El Principio de Peter, libro escrito por el psicólogo canadiense Laurence J. Peter y el escritor Raymond Hull, es un ensayo satírico que, a través del humor y la ironía, analiza la incompetencia en las jerarquías de las organizaciones. El libro plantea la teoría de que los individuos suelen ser promocionados en sus trabajos hasta que alcanzan un nivel de incompetencia, donde ya no pueden desempeñar sus funciones de manera efectiva. Este fenómeno, según los autores, se debe a que las promociones se basan en el desempeño previo del empleado, sin tener en cuenta si posee las habilidades necesarias para el nuevo puesto.
El libro explora las diversas manifestaciones del Principio de Peter en diferentes ámbitos, desde la administración pública hasta el mundo empresarial, y analiza las consecuencias negativas que puede generar, como la ineficiencia, la frustración y el estancamiento. Además, ofrece una serie de “antídotos” o estrategias para evitar caer en la trampa del Principio de Peter, tanto a nivel individual como organizacional.
El Principio de Peter se convirtió en un clásico de la literatura de negocios y acuñó el término que le da título, ampliamente utilizado para describir situaciones en las que personas competentes en sus puestos ascienden a otros para los que no están preparadas. La obra, a pesar de su tono humorístico, invita a la reflexión sobre la importancia de la autoevaluación, la honestidad y la planificación de la carrera profesional, tanto para los empleados como para las empresas.
El libro El Principio de Peter fue publicado por primera vez en 1969. Laurence J. Peter, su autor principal, era un psicólogo y educador canadiense conocido por sus investigaciones sobre la incompetencia en el ámbito laboral. Raymond Hull, coautor del libro, era un escritor y humorista que contribuyó a darle un tono satírico y accesible a la obra.
En cuanto a la función pública, el Principio de Peter puede tener un impacto significativo. En muchas ocasiones, los empleados públicos son ascendidos en función de su antigüedad o de sus buenas relaciones, en lugar de por sus habilidades y competencias para el nuevo puesto. Esto puede llevar a que personas incompetentes ocupen cargos de responsabilidad, lo que a su vez puede generar ineficiencia, corrupción y falta de resultados en la administración pública. Obviamente, el daño a la sociedad es reiterado, sin haber sanciones para nadie. En México pasa todo, pero no pasa nada, decía el clásico.
Es común observar cómo personas que desempeñaban correctamente sus funciones en niveles inferiores, al ser ascendidas a puestos de mayor responsabilidad, demuestran una falta de capacidad para liderar equipos, tomar decisiones estratégicas o gestionar recursos de manera eficiente. Esto no solo afecta el desempeño de la institución, sino que también puede generar frustración y desmotivación en el resto del personal, que ve cómo sus superiores no están a la altura de las exigencias del cargo.
Para mitigar los efectos del Principio de Peter en la función pública, es fundamental implementar sistemas de selección y promoción basados en méritos y competencias, así como programas de formación y desarrollo profesional que permitan a los empleados adquirir las habilidades necesarias para desempeñar sus funciones de manera efectiva en cada nivel jerárquico. ¿Es mucho pedir?
Sin embargo, ahí están de nuevo… aunque en muchísimos casos embolsándose sueldos exorbitantes, que los ciudadanos comunes jamás conocerán. Recuerdo el caso de una magnífica mujer, química fármaco bióloga, con estudios de doctorado en una universidad extranjera y múltiples cursos de capacitación en materia de control de calidad. Para lograr un sueldo de entre 80 y 100 mil pesos en un conocido laboratorio alemán con sede en CIVAC (Cuernavaca), luchó durante décadas y, tras grandes sacrificios y ascensos, fue jubilada por el mismo consorcio. Imaginen ese y otros casos de mujeres y hombres que, para subir peldaños en el sector privado, se quemaron las pestañas y finalmente demostraron que eran aptos para los puestos. Ahora hay que imaginarlos frente a funcionarios, incrustados en altos cargos públicos donde mes a mes se embolsan montones de dinero, amén de que la mayoría aspira a jubilarse percibiendo grandes cantidades de dinero. Solo basta 10 por ciento de capacidad y 90 por ciento de lealtad.