POLÍTICOS TRÁNSFUGAS: EL ARTE DE CAMBIAR DE BANDO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 21 de febrero de 2025
Comprendiendo la esencia de la traición política, es crucial reconocer que la adaptación y la flexibilidad son herramientas inherentes al ejercicio del poder. Desde los clásicos griegos hasta el Renacimiento, los líderes han enfrentado la necesidad de navegar por un terreno complejo y cambiante. La política, por su naturaleza dinámica, a menudo exige desviaciones de las promesas iniciales. En este sentido, la traición no siempre es un acto de malicia, sino a veces una respuesta necesaria a circunstancias imprevistas.
En la esfera contemporánea, figuras como François Mitterrand y Felipe González ejemplifican esta realidad. Sus trayectorias políticas estuvieron marcadas por giros estratégicos y ajustes ideológicos que, si bien fueron interpretados como traiciones por algunos, también demostraron una capacidad para adaptarse a los desafíos del momento. En un mundo donde las predicciones socioeconómicas son inherentemente inciertas, los líderes políticos deben tomar decisiones difíciles, a veces contrarias a sus plataformas originales, para salvaguardar el bienestar general.
La percepción de la traición política también se ve influenciada por la polarización y la retórica partidista. La oposición política a menudo denuncia a los líderes en el poder como “mentirosos” o “traidores” cuando no cumplen sus promesas. Sin embargo, esta acusación puede ser simplista, ya que no tiene en cuenta la complejidad de la toma de decisiones políticas y la necesidad de responder a eventos inesperados. En muchos casos, los líderes se ven obligados a elegir entre dos males menores, priorizando el interés público sobre las promesas de campaña.
Más allá de los ejemplos individuales, la traición política también se manifiesta en el cambio de afiliación partidista o ideológica. Este fenómeno, a menudo impulsado por la ambición personal o el oportunismo, plantea interrogantes sobre la lealtad y la integridad de los líderes políticos. Si bien algunos argumentan que este tipo de traición es inaceptable, otros sostienen que es un derecho individual y una forma de buscar una mejor representación. En última instancia, la cuestión de si el cambio de afiliación es aceptable depende del contexto y de las motivaciones del líder en cuestión.
La traición política es un fenómeno complejo y multifacético que no puede juzgarse con criterios simplistas. Si bien es cierto que algunos líderes abusan de la confianza pública, otros se ven obligados a tomar decisiones difíciles en un mundo impredecible. La clave para discernir entre la traición legítima y la necesaria adaptación radica en evaluar las motivaciones y las consecuencias de las acciones de los líderes políticos.
Aquí deseo referirme a la expresión “el fin justifica los medios”, la cual implica que, si un objetivo es suficientemente importante, cualquier método para lograrlo es aceptable, sin importar si este método es inmoral, ilegal o dañino. Aunque comúnmente se atribuye a Nicolás Maquiavelo, quien en su obra “El Príncipe” argumentaba que los gobernantes deben hacer lo necesario para mantener el poder, no hay evidencia de que él acuñara esta frase.
En el contexto de la reciente afiliación de figuras con pasados cuestionables al partido Morena en México (Yunes, dixit), esta expresión adquiere relevancia. Algunos argumentan que la inclusión de estos personajes se justifica si contribuye a un bien mayor, como consolidar el proyecto político de Morena o ganar elecciones importantes. Otros critican esta postura, argumentando que compromete los principios éticos y la integridad del partido.
Las causas por las que los partidos políticos recurren a estas prácticas son variadas. La búsqueda del poder y la necesidad de ganar elecciones a menudo llevan a los partidos a ser pragmáticos, priorizando la victoria sobre la pureza ideológica. Además, la polarización política y la competencia electoral feroz pueden intensificar la percepción de que “el fin justifica los medios”, especialmente cuando se percibe al adversario como una amenaza existencial.
Es importante señalar que esta visión es controvertida. Muchos sostienen que los medios son tan importantes como el fin y que el uso de métodos cuestionables socava la legitimidad del objetivo perseguido. Además, puede erosionar la confianza pública en las instituciones y contribuir a la polarización política. En fin. Morena se parece cada día más al casi extinto PRI.