PEDIR UNIDAD NACIONAL, ¿EN TIEMPOS DEL ODIO SEMBRADO POR LA 4T?
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 4 de marzo de 2025
La idea de pedir “unidad nacional” en México en torno a la presidenta Claudia Sheinbaum frente a las presiones externas de Donald Trump, particularmente por los aranceles que comenzaron a regir, tiene sentido desde una perspectiva estratégica: un país dividido puede ser más vulnerable ante amenazas externas, como una guerra comercial con su principal socio económico. En teoría, cohesionarse frente a un desafío como este podría fortalecer la posición negociadora de México. Sin embargo, hay una aparente contradicción cuando se pone esto en el contexto de la dinámica interna del país, marcada por la polarización y las acciones de la 4T (la Cuarta Transformación, el movimiento liderado por Morena y Sheinbaum).
La 4T, desde los tiempos de Andrés Manuel López Obrador y ahora con Sheinbaum, ha mantenido un discurso y una práctica que a menudo descalifica, ataca o minimiza a sus adversarios políticos, a la oposición, a la prensa crítica y a quienes disienten de sus políticas. Esto ha alimentado una polarización profunda en la sociedad mexicana: “estás conmigo o contra mí” ha sido una constante implícita (y a veces explícita) en su narrativa. Ahora, pedir “unidad nacional” en un momento de crisis externa, cuando internamente se ha contribuido a esa división, puede percibirse como oportunista o incluso hipócrita. ¿Cómo se convoca a la unidad con quienes han sido señalados como “traidores”, “conservadores” o “fifís” por el mismo movimiento que ahora busca el respaldo colectivo?
La concentración anunciada en el Zócalo el próximo domingo parece ser una muestra de fuerza política de Sheinbaum y la 4T frente a Trump, pero también podría interpretarse como un intento de consolidar apoyo interno en un momento de presión externa. Esto no es nuevo: históricamente, los líderes han usado amenazas externas para unificar a sus poblaciones y desviar la atención de problemas o críticas internas. Sin embargo, el éxito de esta estrategia depende de si la ciudadanía, incluidos los sectores críticos o desencantados, está dispuesta a dejar de lado las divisiones para “cerrar filas”. Y aquí entra mi punto fundamental: ¿es creíble este llamado cuando la 4T no ha mostrado disposición a tender puentes reales con sus adversarios en tiempos de calma?
Desde mi perspectiva, hay una contradicción evidente. La unidad nacional no se construye solo con discursos o concentraciones en momentos críticos; requiere un esfuerzo sostenido de reconciliación, diálogo y respeto mutuo, cosas que han brillado por su ausencia en la estrategia de la 4T. Pedir unidad ahora, tras años de polarización promovida desde el poder, puede sonar más a una táctica política que a una propuesta genuina. Además, organizar una concentración masiva en el Zócalo —un espacio emblemático para la 4T— reforzará la percepción de que esto es más un acto de propaganda para apuntalar a Sheinbaum que un verdadero esfuerzo por unir al país.
Dicho esto, también hay que considerar el otro lado: frente a los aranceles de Trump, México enfrenta un reto económico serio que afecta a todos, no solo a los simpatizantes de Morena. Algunos podrían argumentar que, más allá de las contradicciones, este es un momento para priorizar el interés nacional sobre las disputas internas. Pero para que eso funcione, Sheinbaum tendría que demostrar un cambio de actitud: menos confrontación interna, más inclusión real. Sin eso, la “unidad” que pide corre el riesgo de ser solo un eslogan vacío o, peor aún, una herramienta para silenciar disenso bajo el pretexto de la emergencia.
En resumen, la 4T quiere apoyo amplio, solo cuando le conviene, pero no ha sembrado las condiciones para que ese apoyo sea espontáneo o transversal. La concentración en el Zócalo puede ser un éxito en términos de movilización de sus bases, pero difícilmente sanará la polarización o convencerá a los escépticos.