VIDEO: Esto pasa cuando no se atienden los casos de violencia intrafamiliar o entre parejas; el feminicidio de Yesica Paola Chávez
La noche del martes 22 de abril de 2025, Bogotá se estremeció con un nuevo feminicidio que enluta a la ciudad. En el barrio Quintas del Sur, localidad de Ciudad Bolívar, Yesica Paola Chávez, una joven estilista de 26 años, fue brutalmente asesinada en su salón de belleza. El agresor, Andrés Julián Meza Ramírez, un subintendente activo de la Policía Metropolitana de Bogotá, disparó al menos diez veces contra su expareja con su arma de dotación. Acto seguido, en un hecho que ha conmocionado a la comunidad, el uniformado se quitó la vida con la misma arma frente a los testigos, dejando tras de sí una escena de horror y un sinfín de preguntas sin respuesta.
El crimen, captado por las cámaras de seguridad, ha desatado una ola de indignación. Yesica, madre de un menor y conocida por su dedicación, había terminado su relación con Meza debido a antecedentes de violencia física y psicológica, según fuentes cercanas. El agresor, de 36 años, tenía dos anotaciones por violencia intrafamiliar en 2019 y 2024, lo que pone en entredicho los controles internos de la Policía Nacional y el acceso a armas de uniformados con este historial. La Secretaría Distrital de la Mujer confirmó que Yesica había recibido atención previa del sistema de protección, pero aún no se esclarece si hubo denuncias o amenazas recientes que pudieron prevenir esta tragedia.
La comunidad de Quintas del Sur, sumida en el dolor, organizó una velatón en memoria de Yesica la noche siguiente, exigiendo justicia y medidas efectivas contra la violencia de género.
Este feminicidio, el noveno en Bogotá en 2025, reavivó el debate sobre la necesidad de fortalecer las rutas de protección para mujeres en riesgo y el manejo de armas por parte de uniformados fuera de servicio. La Policía Metropolitana expresó su rechazo al acto y prometió acompañamiento psicosocial a la familia, pero las dudas sobre la prevención y la responsabilidad institucional persisten, mientras el clamor por justicia resuena en la ciudad.
Este caso es un doloroso recordatorio de lo que sucede cuando las señales de violencia familiar o de pareja son ignoradas por las autoridades. Los antecedentes de Meza, sus anotaciones previas y la situación de vulnerabilidad de Yesica eran alertas que, de haber sido atendidas con la seriedad y urgencia necesarias, podrían haber evitado esta tragedia.
La inacción o la respuesta insuficiente ante denuncias de violencia de género no solo perpetúa el ciclo de abuso, sino que, como en este caso, culmina en feminicidios que marcan a familias y comunidades enteras. Es imperativo que las instituciones refuercen los mecanismos de prevención, escuchen a las víctimas y actúen con celeridad para que nombres como el de Yesica no se sumen a una lista que no debería existir.