VER PARA CREER: ¿MORENA SE REFORMA O SOLO SE MAQUILLA?
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 5 de mayo de 2025
Como Santo Tomás, mi lema es claro: “Hasta no ver, no creer”. La VI Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Morena ha desatado una ola de proclamas grandilocuentes. Con bombo y platillo, los distinguidos jerarcas del partido anunciaron una lista de prohibiciones para militantes y dirigentes, supuestamente para evitar que Morena se convierta en un remedo del PRI en su apogeo o del PAN en sus días de gloria. No más frivolidades, lujos, relojes ostentosos ni viajes en primera clase, dicen. Suena bonito, casi poético, pero permítanme dudar. La historia nos enseña que las buenas intenciones suelen ser el maquillaje de las mismas viejas prácticas. ¿De verdad creen que un partido con tanto poder se despojará de sus vicios de la noche a la mañana? Yo, como Tomás, necesito pruebas.
No es secreto que en Morena, como en cualquier estructura política de gran envergadura, existe una élite que opera con las dinámicas de una oligarquía. No en el sentido peyorativo, sino en su esencia: un grupo reducido que concentra el poder, define las reglas y, con frecuencia, se beneficia de los privilegios que dice rechazar. Los discursos de austeridad son aplaudibles, pero chocan con la realidad. Mientras los líderes prometen desterrar los excesos, no es raro escuchar rumores de militantes que siguen disfrutando de lujos a espaldas del discurso oficial. ¿Acaso las prohibiciones serán solo para los reflectores, mientras los de arriba encuentran resquicios para mantener su estilo de vida? La pregunta no es cínica, es lógica: el poder corrompe, y Morena no es inmune a esa máxima.
La lista de restricciones suena como un catálogo de buenas intenciones, pero su cumplimiento dependerá de algo que Morena no ha demostrado plenamente: transparencia y rendición de cuentas. Sin mecanismos claros de fiscalización, estas reglas corren el riesgo de quedarse en papel mojado. ¿Quién vigilará a los vigilantes? ¿Habrá auditorías públicas para garantizar que los dirigentes no viajen en jets privados o que los relojes de marca desaparezcan de sus muñecas? La ciudadanía, harta de promesas vacías, no se conformará con discursos. Si Morena quiere ser diferente al PRI o al PAN, debe demostrarlo con hechos, no con retórica. La austeridad no es un eslogan, es una práctica que se ve en los actos cotidianos, no en las sesiones de consejo.
Yo, como Santo Tomás, esperaré a ver. Si Morena logra que sus líderes vivan con la modestia que predican, habré de reconocerlo. Pero mientras tanto, mi escepticismo está justificado. Las promesas de cambio son tan viejas como la política misma, y los partidos que se jactan de pureza suelen ser los primeros en tropezar. La pelota está en la cancha de Morena: que demuestren con hechos que no son un calco de los dinosaurios que tanto critican. Hasta entonces, mi veredicto sigue en suspenso. Ver para creer, y por ahora, no veo nada.