EL LEGADO INMORTAL DE RUBÉN JARAMILLO: LUCHA Y RESISTENCIA EN MORELOS
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 20 de mayo de 2025
Después de una semana de necesarias vacaciones, ya estamos de regreso con más Cintarazos. Comenzamos.
Rubén Jaramillo Menes, nacido el 25 de enero de 1900 en Zacualpan de Amilpas y asesinado en Tlaquiltenango, Morelos, el 23 de mayo de 1962, se convirtió en un símbolo de la lucha agraria y la resistencia frente a la opresión.
Desde los 14 años, se unió al Ejército Libertador del Sur, y tras la muerte de Emiliano Zapata, enfrentó el despojo de tierras en Morelos. Con una visión clara, Jaramillo abogó por resolver conflictos con razones en lugar de armas, liderando esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de los campesinos morelenses. Su activismo, respaldado por el presidente Lázaro Cárdenas, dio frutos con la creación del Banco Ejidal y el Ingenio Azucarero de Zacatepec, proyectos que despertaron la codicia de terratenientes y generaron intentos de secuestrarlo y asesinarlo.
El movimiento jaramillista surgió como respuesta a las injusticias contra los ejidatarios cañeros, marcadas por pagos irregulares y políticas arbitrarias. Jaramillo, cofundador de la Unión de Productores de Caña, se levantó en armas entre 1943 y 1944 contra caciques y funcionarios corruptos.
Perseguido por su lucha por el reparto de tierras, mantuvo una resistencia armada en las montañas de Morelos con el apoyo del Partido Comunista Mexicano. A pesar de aceptar una amnistía del presidente Manuel Ávila Camacho para retomar la vida civil, su compromiso con la justicia social nunca cesó, consolidándolo como un líder temido por los poderosos.
En 1945, Jaramillo fundó el Partido Agrario Obrero Morelense (PAOM) y contendió sin éxito por la gubernatura de Morelos en 1945 y 1952. Su liderazgo continuó organizando a cañeros y campesinos para reclamar tierras ociosas, desafiando a los caciques locales. Su presencia generaba temor entre los terratenientes, quienes veían en él una amenaza constante. Jaramillo se movía con sigilo, entrando a los pueblos por puertas traseras y escapando hábilmente, mientras los habitantes lo esperaban en las calles, conscientes de su lucha incansable por sus derechos.
El 23 de mayo de 1962, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, Jaramillo, su esposa y sus tres hijos fueron asesinados cerca de la zona arqueológica de Xochicalco por la Policía Judicial del estado y el Ejército. Este multihomicidio, ligado a su activismo, permanece como un caso emblemático de impunidad en México. Cada año, centenares de morelenses honran su memoria en Tlaquiltenango, depositando ofrendas florales en su tumba. Como señala la historiadora Tanalís Padilla, su asesinato en 1962 marcó el inicio de la guerra sucia en México, pero su legado perdura en movimientos campesinos, el EZLN y las luchas contra proyectos como en el caso de la minera Esperanza Silver.
La figura de Jaramillo trasciende como un “muerto incómodo” para el Estado, cuya tradición de lucha inspira generaciones. Su vida y sacrificio reflejan la resistencia contra la represión y la defensa de la justicia social. En un contexto donde la impunidad persiste, el caso de Jaramillo recuerda que los discursos oficiales sobre derechos humanos carecen de valor sin acciones concretas. Su espíritu, arraigado en Morelos, continúa guiando a quienes luchan contra la explotación y la injusticia, demostrando que su legado es tan vivo como las tierras que defendió.