LA DOBLE MORAL DE LA “POBREZA FRANCISCANA”: ARTURO ÁVILA Y SU MANSIÓN EN CALIFORNIA
LA CRÓNICA DE MORELOS. Lunes 26 de mayo de 2025.
EDITORIAL
La revelación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) sobre la mansión de 4.8 millones de dólares del diputado morenista Arturo Ávila en Rancho Santa Fe, California, ha destapado, una vez más, la hipocresía que permea en ciertos sectores de la autoproclamada “Cuarta Transformación”. Este exclusivo vecindario, donde conviven magnates, celebridades y hasta exgobernadores, no es precisamente el escenario que uno imaginaría para un defensor de la “pobreza franciscana”. Sin embargo, Ávila, lejos de mostrar pudor, respondió con un tuit cargado de sarcasmo y soberbia: “Mexicanos a favor de la Corrupción y la Impunidad de Claudio X González descubre absolutamente nada”. ¿Nada? Veamos.
En su defensa, Ávila presume tres cosas: que fue un empresario exitoso, que tiene propiedades que “compra, remodela y vende” (declaradas, según él) y que es morenista. ¡Vaya descubrimiento! Lo que no explica es cómo un servidor público, vocero de un partido que enarbola la austeridad como bandera, justifica adquirir una propiedad de 544 metros cuadrados en una de las zonas más exclusivas de Estados Unidos. ¿Es esta la congruencia que pregona Morena? ¿Dónde quedó el discurso de “no al lujo, no a la opulencia”? Porque, con todo respeto, una mansión en Rancho Santa Fe no es precisamente una choza en la sierra.
El tuit de Ávila, con su tono burlón y su alusión a un Pulitzer para MCCI, no solo evade el fondo del asunto, sino que confirma una verdad incómoda: el morenismo, para algunos, es solo una máscara. Declara sus propiedades, sí, pero la transparencia no absuelve la incongruencia. ¿Desde cuándo la “austeridad franciscana” incluye residencias valuadas en millones de dólares? La respuesta de Ávila no desmiente la investigación; al contrario, la valida al reconocer que, efectivamente, posee propiedades de ese calibre. Su declaración patrimonial, que él mismo comparte como si fuera un trofeo, no hace más que exponer la brecha entre el discurso y los hechos.
Aquí radica el meollo del asunto: la doble moral. Mientras Morena sermonea sobre la justicia social y la lucha contra las élites, algunos de sus representantes viven como oligarcas. Piensan como Carlos Marx, pero viven como Carlos Slim. Esta no es una crítica a la riqueza legítima; es una crítica a la hipocresía. Si Ávila, como empresario, amasó una fortuna que le permite codearse con Bill Gates y Schwarzenegger, que lo diga con claridad: “Soy rico, siempre lo fui, y Morena es solo mi vehículo político”. Pero no. Prefiere el malabarismo retórico, el ataque a MCCI y la victimización como vocero “incómodo”.
La “renovada oligarquía” de Morena no es nueva. Desde las casas de lujo de exgobernadores hasta los negocios millonarios con la SEDENA, como los que se le atribuyen a Ávila a través de su empresa IBN, el patrón es claro: el discurso de la austeridad es para las masas, no para los elegidos. Mientras el pueblo escucha promesas de justicia y humildad, algunos morenistas se pasean por residenciales de élite, lejos de las colonias populares que dicen representar.
La investigación de MCCI no necesita un Pulitzer; necesita ser leída. Y Ávila, en lugar de sarcasmos, debería ofrecer una explicación convincente. Porque, hasta ahora, lo único que ha demostrado es que la “Cuarta Transformación” tiene un precio: 4.8 millones de dólares, para ser exactos.