LA MISMA PELÍCULA, AHORA EN 4T: EL PODER JUDICIAL BAJO EL YUGO DEL EJECUTIVO
AGENDA DIARIA
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 4 de junio de 2025
La historia se repite, pero con nuevos actores y un guion remozado. La reforma judicial impulsada por la Cuarta Transformación, con su apabullante mayoría en el Congreso, ha consumado lo que muchos temían: el Poder Judicial, empezando por la Suprema Corte, vuelve a ser un apéndice del Ejecutivo.
Décadas de observar a ministros, magistrados y jueces de Distrito doblegarse ante el presidente en turno nos han enseñado que la independencia judicial es un mito bien maquillado. La 4T, con su narrativa de cambio, no ha hecho más que reciclar la vieja fórmula del PRI pre-2000: controlar los tres poderes de la Unión, mientras en Palacio Nacional resuenan carcajadas y en la sede de Morena se brinda por el triunfo.
La elección de los nuevos ministros de la SCJN, ahora en manos de un proceso teñido de cuotas partidistas, no promete un cambio de rumbo. Lo vimos con el PAN, lo vivimos con el PRI, y ahora lo constatamos con Morena: el Judicial no es un contrapeso, sino un aliado del poder. En Morelos, el Tribunal Superior de Justicia es un ejemplo risible de esta parálisis institucional, incapaz siquiera de nombrar a su presidente o presidenta por las pugnas de poder. ¿Qué diferencia hay entre esos magistrados atrapados en sus ambiciones y los nuevos rostros que llegarán a la Corte? Ninguna. Son piezas de un tablero donde el rey siempre es el Ejecutivo.
La oposición, hecha añicos tras la elección de 2024, no tiene fuerza para escribir la historia, como nos diría el maestro Leonardo Curzio en un diplomado de la Iberoamericana. “Ya bailaron, hoy les toca ver bailar”, me comentó un gobernador hace años, y la frase resuena con cruel precisión. La 4T ha demostrado que el poder no se comparte; se toma. Con una Constitución reformada a su medida, el gobierno ha asegurado que el Judicial no sea un obstáculo, sino un instrumento. Las críticas, los lamentos, el ruido en redes y columnas, son solo ecos que se pierden en la indiferencia de quienes hoy mandan.
Y sin embargo, el problema no es solo de la 4T. Es estructural. Durante décadas, hemos permitido que el Judicial sea un botín político, un espacio donde las lealtades se compran con cargos y favores. La autonomía del poder judicial no se construye con discursos, sino con instituciones robustas y una sociedad que exija contrapesos reales. Mientras la ciudadanía siga viendo esta película como mero espectador, sin exigir un cambio de guion, seguiremos condenados a los mismos finales: un presidente (a) que ríe, un partido que celebra y un Judicial que, una vez más, se arrodilla.
No hay sorpresa en este desenlace, solo la amarga certeza de que la historia no cambia porque no queremos que cambie. La 4T, como sus antecesores, sabe que el control del Judicial es la llave para perpetuar el poder. Y nosotros, entre el ruido y la indignación, seguimos comprando boletos para la misma función. ¿Hasta cuándo? ¿Un milenio, según dijo recientemente una senadora morenista?