ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 22 de julio de 2025
La relación entre la gobernadora de Morelos, Margarita González Saravia, y el presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, marca un punto de inflexión en la historia política de la capital morelense. A diferencia de periodos anteriores, donde la falta de coordinación entre el gobierno estatal y municipal generó rezagos significativos, hoy se respira un ambiente de colaboración que se consolidó con la reciente presencia de la gobernadora en un evento clave: la entrega de patrullas, motocicletas, equipo y uniformes a la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano (SEPRAC).
Este acto no solo refuerza la seguridad en Cuernavaca, sino que simboliza un cambio de paradigma impulsado por el estilo incluyente de Margarita, quien ha priorizado el diálogo y la cooperación para el bien de la ciudadanía.
Durante casi cinco décadas de trayectoria en el periodismo morelense, he sido testigo de cómo la falta de sinergia entre gobernadores y alcaldes ha limitado el desarrollo de Cuernavaca. Ejemplos sobran: David Jiménez González (1973-1976) no recibió apoyo de Felipe Rivera Crespo; Porfirio Flores Ayala (1976-1979) fue ignorado por Armando León Bejarano; y Sergio Figueroa (1982-1985) tuvo un paso mediocre por la falta de respaldo de Lauro Ortega. Incluso en casos donde hubo cierta colaboración, como con Julio Mitre (1988-1991) bajo Antonio Riva Palacio, los resultados no siempre fueron óptimos.Llegó 1994 con Alfonso Sandoval Camuñas, más o menos respaldado por Jorge Carrillo Olea. Fue un trienio exitoso y hasta se consideró a Sandoval Camuñas con posibilidades de ser el siguiente gobernador, pero la muerte lo sorprendió en 1998 siendo diputado federal.
En 1997 arribó Sergio Estrada Cajigal, quien gozó la reforma federalista decretada por Ernesto Zedillo, disponiendo de un presupuesto que le permitió dar a la ciudad el mantenimiento no recibido durante trienios anteriores y la construcción de nuevas vialidades. Nunca tuvo apoyo de Carrillo Olea y del Ayuntamiento brincó a la gubernatura. Pero Estrada, siendo mandatario estatal, no respaldó a José Raúl Hernández Ávila, ni tampoco a Adrián Rivera, a pesar de que ambos eran de su partido. Jesús Giles (2006) no tuvo suficiente apoyo de Marco Adame Castillo (MAC); y en 2009 llegó el priísta Manuel Martínez Garrigós, quien tampoco logró la simpatía de MAC. Jorge Morales Barud, priísta, llegó en 2012 sin el apoyo de Graco Ramírez, quien realizó obras en Cuernavaca bajo los auspicios del gobierno estatal. En enero de 2016 arribó Cuauhtémoc Blanco, enfrentado con el ya citado Graco Ramírez desde la campaña preelectoral de 2015.
Y una vez convertido en alcalde a partir del 1 de enero de 2019, fue evidente el distanciamiento entre el gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo y Antonio Villalobos Adán, aunque ambos representaron a Morena en una coalición partidista. Ese conflicto ha sido gravemente perjudicial para nuestra capital. Villalobos no era el candidato deseado por el “Cuauh”.
Esta historia de desencuentros ha sido una constante que ha frenado el potencial de la capital.Un caso particularmente emblemático fue el del primer periodo de José Luis Urióstegui como alcalde, cuando se negó rotundamente a establecer vínculos con el entonces gobernador Cuauhtémoc Blanco. Esta decisión, aunque basada en principios, resultó en un rezago notable para Cuernavaca en áreas como infraestructura y seguridad. La falta de apoyo estatal limitó los recursos y la capacidad del municipio para atender necesidades urgentes, dejando a la ciudad en una posición de desventaja frente a los retos de la modernización y el crecimiento.
Sin embargo, el escenario actual es radicalmente distinto. La llegada de Margarita González Saravia al gobierno de Morelos ha traído consigo un enfoque incluyente que prioriza la unidad sobre las diferencias políticas. Su disposición al diálogo ha permitido construir puentes con Urióstegui, quien ahora, en su segundo mandato, ha encontrado en la gobernadora una aliada para impulsar proyectos conjuntos.
La entrega de equipo a SEPRAC es solo un ejemplo de cómo esta colaboración se traduce en beneficios tangibles para los cuernavacenses, fortaleciendo la seguridad y la confianza en las instituciones.
El estilo nada belicoso de Margarita ha sido clave para superar las fricciones del pasado y establecer una dinámica de respeto mutuo y objetivos compartidos. Por lo tanto, la colaboración entre la gobernadora y el alcalde abre una oportunidad histórica para Cuernavaca. La ciudad, que ha sufrido décadas de desencuentros entre sus líderes, puede ahora mirar hacia un futuro de progreso impulsado por la unidad.
La presencia de Margarita en la entrega de equipamiento a SEPRAC no es solo un acto protocolario, sino la constatación de que su liderazgo incluyente está marcando la diferencia. Cuernavaca merece esta nueva etapa, y sus ciudadanos, sin duda, celebran este cambio de rumbo que promete resultados concretos para la capital morelense.