MORENA EN LA ENCRUCIJADA: MONREAL Y EL FANTASMA DE LA FRACTURA
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 4 de agosto de 2025
Ricardo Monreal, el astuto coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, ha soltado una bomba que pocos quieren escuchar: la “disputa interna insalvable” que amenaza con descarrilar al partido en las elecciones de 2027.
Con la franqueza de quien ha navegado las aguas turbulentas de la política mexicana por décadas, Monreal pone el dedo en la llaga: Morena, el gigante electoral que arrasó desde 2018, está al borde de comerse a sí mismo. Su hegemonía, lejos de ser una fortaleza inexpugnable, es un imán para oportunistas y ambiciosos que ya se pelean por las migajas del poder—gubernaturas, diputaciones, alcaldías—como si el pastel de Morena fuera infinito.
Esta advertencia no es solo un diagnóstico, es un grito de alerta: sin disciplina, el partido de AMLO podría convertirse en su propio verdugo, repitiendo el destino de otros colosos que se desmoronaron por su codicia interna. La lucha anticipada por candidaturas que Monreal describe no es solo un problema logístico, es un circo de egos desatados.
Morena, ese Frankenstein político que mezcla idealistas de izquierda con tránsfugas del PRI y el PRD, está pagando el precio de su éxito. Sin la sombra de López Obrador como candidato en 2027, el partido carece de un árbitro que ponga orden en el gallinero. Los aspirantes a gobernadores, diputados y alcaldes ya afilan los cuchillos, y Monreal, con su olfato de viejo lobo de mar, sabe que estas pugnas no se resuelven con discursos de unidad.
La falta de un proceso claro para elegir candidatos es una receta para el desastre, y el coordinador lo admite al calificar la fractura como “insalvable”. Si Morena no pone reglas firmes, el 2027 será un sálvese quien pueda que podría costarle caro frente a una oposición que, aunque débil, espera ansiosa cualquier tropiezo.
Las reformas que Monreal menciona—no reelección y combate al nepotismo—son un arma de doble filo que el propio Morena se clava en el pecho. Aplicarlas desde 2027, antes de lo obligatorio, suena a un noble intento de limpiar la casa, pero en realidad es un balazo en el pie. Muchos liderazgos dentro del partido contaban con reelegirse o con colocar a sus familiares en puestos clave, y ahora ven sus planes frustrados.
Esta decisión, que busca proyectar una imagen de pureza ante el electorado, podría generar una rebelión interna de caciques y oportunistas que no están dispuestos a ceder sus privilegios tan fácilmente. Monreal, con su tono de advertencia, parece estar diciendo: “Cuidado, que los traidores ya están dentro”. La pregunta es si el partido tiene la fuerza institucional para contener a estas víboras o si terminará devorado por sus propias ambiciones.
El panorama que pinta Monreal es el de un Morena en una encrucijada existencial. Su dominio electoral es indiscutible, pero su estructura interna es un castillo de naipes. La diversidad ideológica que lo fortaleció—desde los románticos de la izquierda hasta los pragmáticos reciclados de otros partidos—es ahora su talón de Aquiles. Sin AMLO como pegamento, el partido depende de figuras como Monreal para evitar que se fracture, pero ¿quién confía en un partido que no confía en sí mismo? La ausencia de una maquinaria partidaria sólida, más allá del carisma de un líder, deja a Morena vulnerable a las traiciones y deserciones. Si no logra institucionalizarse, el 2027 podría marcar el inicio de su declive, justo cuando parecía intocable.
En el fondo, las palabras de Monreal son un desafío a Morena para que madure o muera. La “disputa insalvable” que describe no es solo una advertencia, es una profecía autocumplida si el partido no actúa con inteligencia. Las elecciones de 2027, con 17 gubernaturas y miles de cargos en juego, serán un campo de batalla donde Morena se enfrentará más a sí mismo que a la oposición. Si no establece procesos democráticos internos, si no controla las ambiciones desmedidas de sus cuadros y si no logra proyectar unidad, el sueño de la “transformación” podría convertirse en una pesadilla de traiciones y divisiones. Monreal, con su tono de profeta incómodo, ha lanzado el guante: o Morena se disciplina, o se prepara para su propio funeral político.