EL NARCO EN MÉXICO: REACOMODOS Y NUEVAS SOMBRAS DEL CRIMEN
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes, 25 de agosto de 2025
La captura de Ismael “El Mayo” Zambada el 25 de julio de 2024 en El Paso, Texas, fue un golpe mediático al Cártel de Sinaloa, pero, como ha ocurrido históricamente, no ha significado el fin de la violencia ni del narcotráfico en México. A casi un año del gobierno de Claudia Sheinbaum, los esfuerzos por desmantelar organizaciones criminales han generado resultados visibles, pero también empujado al crimen organizado hacia nuevas vertientes delictivas, complicando el panorama de seguridad en el país.
Desde octubre de 2024, la administración de Sheinbaum intensificó su estrategia contra el crimen organizado, con un enfoque en inteligencia, decomisos y detenciones. Según datos oficiales, se han incautado más de 90 toneladas de drogas, incluyendo 1,271 kilos de fentanilo y 1.6 millones de pastillas de este opioide, en operativos que han golpeado las finanzas de los cárteles con pérdidas estimadas en 53,770 millones de pesos (unos 2,600 millones de dólares). Además, 10,148 personas han sido detenidas por delitos de alto impacto, incluyendo 29 líderes extraditados a Estados Unidos, y se han desmantelado 139 laboratorios clandestinos. El gobierno también reporta una reducción del 25.3% en homicidios dolosos entre septiembre de 2024 y julio de 2025, atribuida a una mejor coordinación entre la Guardia Nacional, el ejército y las autoridades estatales. Operativos como “Enjambre” en el Estado de México, que resultó en la detención de más de 40 funcionarios por nexos con el crimen, reflejan un enfoque más agresivo que el de la administración previa. Sin embargo, estos logros no cuentan toda la historia.
Fragmentación y diversificación del crimen
La detención de líderes como Zambada generó inestabilidad en los cárteles, particularmente en el de Sinaloa, donde las pugnas entre las facciones de “Los Chapitos” y “La Mayiza” desataron una grave ola de violencia en el estado, con asesinatos, desapariciones y extorsiones que han llevado a protestas ciudadanas contra el gobernador Rubén Rocha. Esta fragmentación no es exclusiva de Sinaloa; en Chiapas y Tabasco, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y otros grupos disputan territorios, alimentando un clima de inseguridad.
Más allá de la violencia, los cárteles diversificaron sus actividades para compensar las pérdidas por decomisos. Extorsión, secuestro, tráfico de migrantes y la infiltración en industrias legítimas como el aguacate, la pesca y el petróleo se han convertido en nuevas fuentes de ingresos. Esta migración delictiva responde a un principio básico: cuando el narcotráfico enfrenta presión, los grupos criminales buscan alternativas para mantener su poder económico, lo que amplía su impacto en la sociedad.
Soberanía y presión internacional
El contexto internacional añade complejidad. La segunda administración de Donald Trump, iniciada en enero de 2025, clasificó a los cárteles como organizaciones terroristas, amenazando con intervenciones unilaterales. Sheinbaum ha respondido defendiendo la soberanía mexicana, promoviendo reformas para endurecer penas por tráfico de armas –que en un 74% provienen de Estados Unidos– y enfatizando que las extradiciones y decomisos son para proteger a México, no para ceder a presiones externas. Sin embargo, la cooperación con Estados Unidos en el combate al fentanilo, un tema crítico por la crisis de sobredosis en ese país, sigue siendo un pilar de la relación bilateral.
¿Un cambio sostenible?
Los golpes al narcotráfico han mostrado resultados, pero el problema persiste en su raíz. La desarticulación de liderazgos genera vacíos que nuevos actores llenan rápidamente, desencadenando ciclos de violencia y la creación de nuevas células criminales. La estrategia de Sheinbaum, que combina inteligencia con atención a las causas sociales, es un avance respecto al pasado, pero enfrenta obstáculos estructurales: la corrupción en gobiernos locales, la impunidad y la militarización de la seguridad pública, que sigue siendo objeto de críticas.
Para que estos esfuerzos sean sostenibles, México necesita atacar la impunidad, fortalecer las instituciones locales y reducir las condiciones socioeconómicas que alimentan el crimen. De lo contrario, el narcotráfico y sus nuevas vertientes seguirán arraigados, como una sombra que se transforma pero nunca desaparece. Como dijo Zambada en 2010, “siempre llegan los reemplazos”. La pregunta es si México logrará romper este ciclo.