LA MENTIRA EN LA POLÍTICA: REFLEXIONES DE HANNAH ARENDT Y SU ECO EN EL MÉXICO ACTUAL
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 18 de septiembre de 2025
Hannah Arendt, en su ensayo “Lying in Politics” (Mentir en Política 1971), analiza la mentira como un instrumento inherente a la esfera política, no como un vicio accidental, sino como una herramienta deliberada para manipular hechos contingentes y preservar el poder. Escrito en respuesta a los Papeles del Pentágono, Arendt argumenta que la falsedad en la política no busca solo engañar al público, sino también autoengañar a los líderes, creando una “defactualización” donde la realidad se sustituye por narrativas fabricadas. Para ella, la verdad factual —aquella que describe el mundo tal como es— es vulnerable porque depende de la percepción compartida, y las mentiras organizadas, como las usadas para justificar la Guerra de Vietnam, erosionan la capacidad de acción colectiva al perforar el tejido de los hechos cotidianos.
Esta distinción entre verdades eternas (filosóficas o religiosas) y verdades factuales resalta cómo las mentiras políticas no son meras inexactitudes, sino ataques a la libertad de afirmar o negar la existencia, esencial para la acción política. En “Truth and Politics” (Verdad y Política 1967), Arendt profundiza en cómo la mentira política difiere de la mera retórica: mientras el político tradicional miente para lograr fines concretos, el mentiroso moderno fabrica imágenes ilusorias que se vuelven autosuficientes, desconectadas de la realidad.
Arendt advierte que esta “ideologización” y “fabricación de imágenes” permite a los regímenes totalitarios —y, por extensión, a democracias en crisis— sostener hegemonías mediante la negación sistemática de hechos. La mentira no desaparece con la indignación moral, pues ha sido justificada históricamente como medio para fines diplomáticos o de Estado; sin embargo, su proliferación organizada amenaza la democracia al generar un abismo de credibilidad, donde el público pierde la capacidad de distinguir hechos de ficción. Arendt enfatiza que la política depende de la pluralidad humana, y las mentiras masivas la convierten en un monólogo de poder.
Esta perspectiva arendtiana encuentra un paralelo perturbador en el México contemporáneo, donde el libro “País de mentiras” (2009) de Sara Sefchovich denuncia la brecha entre el discurso oficial y la realidad social. Sefchovich, socióloga e investigadora de la UNAM, documenta cómo el poder en México ha gobernado mediante mentiras estructurales: desde informes falsos sobre pobreza y corrupción hasta leyes que ocultan desigualdades. Su obra, un catálogo exhaustivo de evidencias —cifras manipuladas, promesas incumplidas y encubrimientos culturales—, atribuye esta cultura de la falsedad a un autoritarismo heredado, la difícil modernización del país y la supervivencia en estratos sociales donde el estatus se protege a toda costa.
Como Arendt, Sefchovich ve la mentira no como anomalía, sino como forma de gobernar, perpetuando una “distancia entre el discurso y la realidad” que aliena al ciudadano.
Sí, en la actualidad, en México se escucha casi a diario una narrativa basada en mentiras y no en la realidad, emanada de los más altos niveles del poder. Bajo la hegemonía de Morena y la Cuarta Transformación, impulsada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y continuada por Claudia Sheinbaum en 2025, persiste un discurso de encubrimiento que minimiza crisis como la violencia narco, el desabasto de medicinas y la corrupción en megaproyectos. Por ejemplo, AMLO prometió erradicar el huachicol y la corrupción, pero decomisos masivos en 2025 —como minirefinerías en Veracruz y redes en Hidalgo— desmienten esa narrativa, revelando opacidad en obras como el Tren Maya o Dos Bocas.
Esta doble moral, con “abrazos no balazos” que encubren presuntos pactos con cárteles, sostiene una nueva oligarquía política, donde la verdad factual se sacrifica por la imagen de transformación. Esta dinámica actualiza las advertencias de Arendt y Sefchovich: la narrativa oficial, amplificada en mañaneras como “¿Quién es quién en las mentiras?”, ataca a críticos mientras ignora evidencias como denuncias en EE.UU. contra AMLO y morenistas por financiamiento narco en campañas de 2018 y 2021, involucrando a figuras como Rubén Rocha y Américo Villarreal.
El doble discurso —progresista en retórica, autoritario en práctica— erosiona la democracia, cooptando instituciones como el INE y fomentando una “defactualización” que, como en Vietnam para Arendt, prioriza la imagen de poder sobre la realidad. En México, esta hegemonía de mentiras no solo encubre personajes cuestionables, sino que amenaza la pluralidad, convirtiendo la política en un ejercicio de autoengaño colectivo que perpetúa desigualdades y violencia.