CLICHÉS DE LA IMPUNIDAD: EL ECO VACÍO DE “CAIGA QUIEN CAIGA”
LA CRÓNICA DE MORELOS
Jueves 25 de septiembre de 2025
E D I T O R I A L
En la arena política mexicana, los clichés retóricos han devenido en un arsenal indispensable para los altos funcionarios, herramientas que consolidan narrativas de autoridad moral sin necesidad de acciones concretas. Frases como “hasta sus últimas consecuencias”, “tope lo que tope”, “caiga quien caiga” o “cero impunidad” resuenan con fuerza en momentos de crisis, como el actual escándalo del huachicol fiscal y las acusaciones contra Adán Augusto López por sus presuntos lazos con la banda criminal “La Barredora”. Estos eslóganes, repetidos ad nauseam por líderes de Morena, prometen una justicia inexorable, pero en la práctica sirven más para desviar la atención que para desmantelar redes de corrupción arraigadas en el poder. En un país donde la impunidad es la norma, estas expresiones no son más que cortinas de humo que protegen a los intocables mientras se sacrifica a los peones.
El huachicol fiscal emerge como uno de los fraudes más colosales de la historia reciente de México, un esquema millonario que involucra el contrabando de hidrocarburos a través de al menos 31 buques entre abril de 2024 y marzo de 2025, facilitado por fraudes aduaneros y sobornos a funcionarios de alto nivel. Esta trama, que ha sacudido al gobierno de Claudia Sheinbaum, vincula a unas 555 empresas y ha sido calificada por la oposición como un golpe devastador a las finanzas públicas, superando incluso el escándalo de Segalmex en magnitud. Mientras el secretario de Hacienda presume récords de recaudación en aduanas, la realidad es un desfalco que deja al Estado con pérdidas multimillonarias, y las promesas de “no habrá encubrimiento” suenan huecas ante la implicación de aliados cercanos al poder, como redes ligadas a familiares de exfuncionarios.
Este caso no es un accidente aislado, sino la culminación de un sistema que, desde 2019, fingió combatir el robo de combustible cerrando ductos, solo para redirigirlo hacia fraudes fiscales más sofisticados.
Paralelamente, el escándalo de Adán Augusto López y “La Barredora” expone las grietas en la supuesta “austeridad republicana” de Morena, con acusaciones directas que lo señalan como el artífice de una red criminal nacida bajo su gubernatura en Tabasco. Hernán Bermúdez, exjefe de Seguridad estatal nombrado por López, ha sido identificado como líder de esta banda, dedicada a extorsiones, narcotráfico y protección de intereses ilícitos, con documentos del Ejército mexicano que lo vinculan a operaciones desde 2019. López, ahora senador y figura clave del partido, se dice “tranquilo” ante las denuncias, pero el reservo de sus declaraciones patrimoniales por cinco años hasta 2030 huele a encubrimiento sistemático.
Opositores como el PAN lo llaman “el notario de la mafia”, argumentando que sus manos están tanto en esta pandilla como en el huachicol fiscal, un dúo tóxico que heredó Sheinbaum y que desmorona la credibilidad de su administración.
Ante este panorama, urge trascender los clichés y demandar rendición de cuentas real: investigaciones independientes, no controladas por la Fiscalía afín al Ejecutivo, y juicios que no discriminen por lealtades partidistas. Si “caiga quien caiga” es más que un mantra electoral, que caigan los arquitectos de estos desmanes, desde López hasta sus redes en Tabasco y las aduanas. México no puede permitirse otro ciclo de promesas evaporadas; la ciudadanía, harta de narrativas vacías, merece un poder que limpie su propia casa antes de barrer la ajena. Solo así, estos escándalos podrán ser el catalizador de una verdadera transformación, no el epitafio de una esperanza traicionada.