¡ENERGÍA TÓXICA EN LATA: EL IMPUESTO QUE DESPIERTA A MÉXICO!
LA CRÓNICA DE MORELOS
Jueves 2 de octubre de 2025
E D I T O R I A L
En un movimiento que llega como un bálsamo tardío para la salud pública mexicana, el Congreso ha aprobado un incremento del 87% al Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) sobre las bebidas energéticas, elevándolo a 3.0818 pesos por litro a partir de 2026, aunque las discusiones finales se perfilan para octubre. Esta medida, impulsada en el Paquete Económico 2026, no solo encarecerá estos brebajes hasta en un 15%, sino que también restringe su venta a menores de edad, reconociendo por fin que no son un simple “refresco con chispa”, sino una bomba de tiempo disfrazada de vitalidad. En un país donde la obesidad y las enfermedades crónicas azotan a millones, este impuesto no es un capricho fiscal, sino una declaración de guerra contra la industria que ha envenenado generaciones con promesas falsas de energía instantánea.
Bajo sus etiquetas relucientes, estas bebidas rebosan de porquerías químicas que harían sonrojar a un laboratorio de Frankenstein: cafeína en dosis industriales —hasta 80 mg por lata, equivalente a tres tazas de café—, taurina extraída de procesos industriales, glucuronolactona y guaraná que suenan exóticos pero actúan como aceleradores dudosos del metabolismo. No faltan las vitaminas B hiperconcentradas, inositol y, por supuesto, el pecado original: cantidades obscenas de azúcar —hasta 27 gramos por porción, más que una dona glaseada— o sus primos impostores, los edulcorantes artificiales como aspartame y sucralosa, que prometen cero calorías pero dejan un reguero de dudas sobre su impacto a largo plazo. Es una sopa de aditivos carbonatados, agua azucarada con esteroides, diseñada no para nutrir, sino para enganchar.
Los perjuicios a la salud de estos elixires modernos son tan evidentes como ignorados por sus adictos: el exceso de cafeína dispara la presión arterial, provoca arritmias cardíacas y taquicardias que pueden derivar en infartos, especialmente en jóvenes con corazones inexpertos. El azúcar rampante alimenta la epidemia de diabetes tipo 2 y obesidad, mientras que la taurina y otros compuestos irritan el sistema nervioso, generando insomnio crónico, ansiedad rampante, dolores de cabeza y hasta deshidratación disfrazada de “subidón”. En casos graves, el consumo mixto con alcohol —tan común en fiestas— multiplica los riesgos, colapsando hígados y riñones, y dejando un saldo de hospitalizaciones que el sistema de salud no puede ignorar más.
Apoyemos este impuesto no como un castigo, sino como un escudo colectivo: que el precio eleve la conciencia y desincentive el hábito, obligando a la industria a repensar sus fórmulas tóxicas. México merece despertar no con latas en mano, sino con políticas que prioricen la vida sobre las ganancias. Es hora de que los consumidores exijan transparencia y los legisladores, firmeza; solo así transformaremos esta “energía” efímera en un futuro saludable y sin resacas fiscales.