Tepoztlán: sombras de desunión en el Corazón Mágico de Morelos
Por Guillermo Cinta Flores
En el pulso tenso de la política morelense, el secretario de Gobierno, Juan Salgado Brito, levantó la voz este 8 de octubre durante una conferencia de prensa que dejó al descubierto la fragilidad de la paz en Tepoztlán. Junto al alcalde Perseo Quiroz, Salgado Brito ha alertado sobre el conflicto latente en torno a los Bienes Comunales, donde divisiones ancestrales entre comuneros amenazan con erupcionar pese al reciente acuerdo de civilidad.
Esta intervención no es mero trámite: es un llamado a la cordura en un pueblo mágico que, paradójicamente, se debate entre su mística y sus fracturas internas, recordándonos que la democracia agraria en México sigue siendo un terreno minado por liderazgos eternos y disputas por el poder.
El epicentro del malestar radica en el proceso electivo para renovar el Comisariado de Bienes Comunales, suspendido por el Tribunal Unitario Agrario tras la controvertida convocatoria emitida por el actual presidente, Félix Cuevas Medina. Lo que parecía un trámite rutinario se convirtió en un polvorín cuando el Comisariado ignoró la orden judicial, programando una asamblea para el 5 de octubre que la Procuraduría Agraria tachó de ilegal.
Salgado Brito, en su rol de mediador estatal, enfatizó que este desacato no solo viola la Ley Agraria, sino que aviva las brasas de un fuego que ha consumido seis juicios previos en la última década, dejando a la comunidad en un limbo de desconfianza.
No es casual que el alcalde Quiroz se una a esta mesa de diálogo; su presencia subraya la intersección entre lo municipal y lo agrario, donde las ocho facciones de comuneros —herencia de clanes históricos— compiten por un control que trasciende la tierra y toca la identidad cultural.
El acuerdo firmado entre gobierno estatal y representantes comunales, pospone la elección al 26 de octubre bajo la vigilancia de la Procuraduría Agraria, prometiendo equidad y paz. Sin embargo, Salgado Brito fue claro: el conflicto está “latente”, un eufemismo para admitir que las rencillas no se disipan con firmas en papel, sino que requieren un desarme de egos y una verdadera inclusión de voces marginadas.
Esta latencia no surge de la nada; es el eco de batallas pasadas, como las de 2020, cuando protestas por opacidad electoral derivaron en bloqueos y enfrentamientos. Hoy, el fantasma de la violencia acecha, agravado por disputas colaterales como la casa de Gerardo Fernández Noroña en terrenos comunales —un predio de mil 200 metros cuadrados adquirido de forma irregular por 12 millones de pesos, que ha desatado protestas y acusaciones de fraude y corrupción—.
Este caso no es aislado: en Tepoztlán, al igual que en Huitzilac y otras localidades morelenses con prevalencia de propiedad comunal, el tráfico de tierras y su venta al mejor postor está convertido en uno de los principales negocios bajo el control de los Bienes Comunales, fomentando una especulación inmobiliaria que beneficia a políticos y extranjeros a expensas de los derechos colectivos.
Salgado Brito, con su tono conciliador, instó a respetar las tradiciones indígenas, recordando que Tepoztlán no es solo un destino turístico, sino un bastión de derechos colectivos que merece protección federal.
Pero ¿basta con exhortos? La historia sugiere que sin sanciones reales a los “líderes eternos”, el ciclo se repetirá.
En este contexto, el rol del gobierno de Morelos emerge como pivotal, pero también bajo escrutinio. Mientras la gobernadora Margarita González Saravia impulsa una agenda de “paz social”, el manejo de Tepoztlán pone a prueba su compromiso con la autonomía indígena.
Salgado Brito y Quiroz prometen mesas permanentes de diálogo, pero la clave estará en la elección del 26: ¿se logrará una votación transparente, o será otro capítulo de impugnaciones? La Procuraduría Agraria, con su intervención obligatoria, podría ser el árbitro imparcial que incline la balanza hacia la democracia, siempre y cuando los comuneros depongan sus armas retóricas.
Al final, el destino de Tepoztlán no es solo una nota local; es un microcosmos de los desafíos agrarios en México, donde la tierra une y divide con igual ferocidad.
Salgado Brito ha puesto énfasis en una nota de esperanza: “La unidad es posible si todos cedemos”. Ojalá sea profético. Mientras el sol se pone sobre las pirámides tepoztecas, el pueblo espera no solo una elección, sino una renovación que honre su legado. El conflicto late, pero aún hay tiempo para que el pulso se calme en armonía, no en caos.