TRES ROSTROS PARA UN PUENTE FRACTURADO: EL RELEVO DE JUAN SALGADO EN EL OJO DEL HURACÁN MORELENSE
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Martes 28 de octubre de 2025
A escasas horas del adiós a Juan Salgado Brito, el Palacio de Gobierno aún huele a incienso y promesas rotas, mientras el remolino de especulaciones acelera su giro: ¿quién llenará el vacío en la Secretaría de Gobierno, ese eje que coordinaba municipios díscolos, partidos en pugna y organizaciones sociales en un estado donde el crimen organizado aún cobra “piso” y la pobreza afecta al 50 por ciento de la población?
La gobernadora Margarita González Saravia, con el luto fresco y el interinato de Miguel Ángel Peláez Gerardo como tabla de salvación temporal, enfrenta ahora un dilema que trasciende el mero nombramiento: necesita un “constructor de puentes” que honre las tres “C” de Salgado —cerebro para navegar intrigas, corazón para empatizar con el campo rural y carácter para resistir la corrupción rampante—, en un Morelos donde las redes sociales laten con un 70 por ciento de quejas por vaivenes en la inseguridad y estancamiento económico, amplificando el clamor por un relevo ético que no sea “un cambio para seguir igual”.
En este tablero, donde por obvias razones campean las especulaciones, tres nombres emergen del pulso digital y los corrillos: Edgar Maldonado Ceballos, el fiscal joven y punitivo; Alejandro Mojica Toledo, el diputado federal de consensos frescos; y Jorge Morales Barud, el veterano priista reciclado. ¿Quién teje mejor el legado de Salgado Brito en tiempos de extorsiones y deserción escolar?
Empecemos por Edgar Maldonado Ceballos, el morelense de 36 años que, como fiscal general desde febrero, ha inyectado oxígeno a una Fiscalía ahogada en escándalos: detenciones récord de más de 90 por extorsión en 2025, un 60 por ciento más de aprehensiones y un 251 por ciento en cateos que han cerrado casos emblemáticos como el homicidio del niño Ricardito, indignando a una sociedad harta del “piso” en carreteras y comercios.
Egresado de la UAEM con maestrías en la Anáhuac y la UNAM, su trayectoria en la Secretaría de Gobernación federal y la Fiscalía morelense lo pinta como un prospecto leal a la 4T, pero lo suficientemente “ajeno” al grupito de siempre por su llegada fresca y hoja impecable, libre de compromisos turbios que lastran a tantos en un estado donde el 50 por ciento de alcaldes coquetea con el narco. En el molde de Salgado Brito, encarna las tres “C” con maestría: cerebro en operativos que mitigan el pulso violento de #Morelos, donde el 70 por ciento de posts semánticos claman por “estrategia real”; corazón en gestos como reconocer a ministerios públicos con empatía hacia víctimas, exhortando a “ser el primer impacto en el dolor ajeno”; y carácter para revivir expedientes como el de Cuauhtémoc Blanco por tentativa de violación, resistiendo presiones fácticas sin pestañear. A través de algunas cuentas de Twitter, capta un 60 por ciento de menciones positivas respondiendo al “pulso digital” con transparencia, desde guardias de honor a Salgado hasta anti-extorsiones que salvan negocios rurales.
Su juventud inyecta ímpetu más allá del rango ideal de 50-65, pero su perfil punitivo brilla en seguridad —clave para el estancamiento económico—, aunque podría necesitar redoblar en mediación con organizaciones sociales, un terreno donde Salgado tejía con diálogo, no con órdenes judiciales. En balance, un 8 de 10: el relevo renovador que el morelense aplaudiría, estabilizando el gabinete sin alienar a Morena. No se olvide que tiene toda la confianza de la gobernadora.
No tan lejos, Alejandro Mojica Toledo, el diputado federal por Morena de 50 y tantos, se cuela como el conciliador propositivo que el vacío demanda: cuernavacense de cepa, egresado de Derecho en la UAEM con posgrados en políticas públicas, su curul en la LXIV Legislatura lo vio impulsar reformas en migración y desarrollo metropolitano, desde su elección plurinominal en 2018 hasta su fallida pero democrática aspiración a la alcaldía de Cuernavaca en 2021, donde celebró encuestas para “democratizar” candidaturas.
Como Salgado Brito, Mojica Toledo es un dialogante nato en comisiones de Movilidad y Desarrollo Metropolitano, tendiendo lazos con rurales e indígenas vía iniciativas como el Día Nacional del Voluntariado o mesas de equidad de género, proyectando las tres “C” con frescura federal: cerebro en astucias para capear fisuras partidistas, priorizando encuestas colectivas; corazón en encuentros con jubilados del Conalep y mujeres morelenses, donde su empatía por el “bien común” viraliza comilonas comunitarias; y carácter en una trayectoria sin máculas, resistiendo vetos internos post-2021.
Libre de escándalos, impulsa inclusión contra la deserción escolar y pobreza perpetua, pero su inexperiencia ejecutiva —más legislativo que operativo— lo frena en crisis como extorsiones o atracción de inversiones, donde su experiencia es indirecta. Un 7 de 10: equilibrado para puentes amplios, pero sin el ímpetu prosecutorial que el crimen organizado exige en un Morelos dependiente del 12 por ciento federal.
Y luego, el eco del pasado: Jorge Morales Barud, el “ex” por antonomasia a sus 70 y tantos, ingeniero agrónomo por la UNAM y maestro en Administración Pública, que fue gobernador interino (1998-2000) en la crisis post-Carrillo Olea, secretario de Gobierno en los 90 navegando protestas campesinas, diputado local y federal por el PRI, y alcalde de Puente de Ixtla (1991-1994) impulsando vialidades y agua en el olvido rural.
Hoy rector de la UPEMOR desde 2024, firma convenios con ayuntamientos para becas y capacitación, asegurando aguinaldos pese a sequías presupuestales y ganando el Premio al Mérito EXATEC 2025 por cuatro décadas de servicio. En @MoralesBarud, su pulso digital late con posts priistas leales y educación inclusiva, pero el zumbido como sucesor es un susurro —cero menciones directas en X post-Salgado—, un silencio que grita “vintage” (figura de épocas pasadas) en un 2025 de 4T digital.
Su experiencia enciclopédica lo hace idóneo para mediar con el 50 por ciento de alcaldes bajo sospecha: mesas por el Río Yautepec o reformas agrarias que Salgado Brito atesoraba, con raíces en el campo de Ixtla y compromiso indígena que proyecta las tres “C” como un veterano: cerebro en capear tormentas estatales de los 90; corazón en voluntariados y equidad en UPEMOR; y carácter en resistir narco incipiente sin escándalos mayores, aunque su lealtad tricolor choca en Morena. Activo con 65 por ciento de mensajes positivos en convenios educativos, pavimenta anti-deserción, pero su edad excede el ideal, trayendo sabiduría pero energía menguada para extorsiones modernas o inversiones sustentables —más agrario que fiscal—. Un 6 de 10: nostálgico para alianzas interpartidistas, pero con lastre priista que aviva críticas por “reciclar dinosaurios” en un estado fracturado por corrupción.
En este triángulo de prospectos, el relevo no sería solo un cargo; es el pulso de un Morelos en tensión, donde programas contra bullying reciben aplausos pero la inseguridad y el PIB raquítico del 3.7 por ciento claman por acción concreta, no retórica.
Maldonado Ceballos, con su frescura ética y prosecutorial, emerge como el catalizador ideal —libre de compromisos, conectado al clamor digital y honrando las tres “C” con un enfoque que pavimenta seguridad para el desarrollo—, por encima del consensuador Mojica y el histórico Barud. Si González Saravia opta por él, no sería luto eterno, sino renacer: un puente renovado que una al morelense harto, fortaleciendo a Morena ante 2027 y respondiendo al legado de Salgado Brito como “hombre de palabra”.
El anuncio inminente dirá si el vacío se llena con ímpetu o nostalgia; por ahora, el eco en X ya elige: frescura sobre reliquias. Ahora bien, ¿quién sería un buen relevo en la Fiscalía? El indicado saldría de la siguiente dupla: Fernando Blumenkron Escobar, hoy Fiscal Regional Metropolitano, y Luis Eduardo Flores Barrios, actual titular de la Unidad Especializada en Delitos de Alto Impacto. Ahora bien, pudiera predominar en Palacio de Gobierno la idea de “no repetir el molesto procedimiento” de la terna ante el Congreso local, ante lo cual yo diría: así es, pero la política y la vida pública no se fundamentan en la lógica, sino en las circunstancias.
