VISIÓN TRANSFORMADORA: MARGARITA GONZÁLEZ SARAVIA, VÉRTICE DE LA COORDINACIÓN ESTATAL

CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 12 de noviembre de 2025
En un claro reflejo de la madurez política que ha definido su administración, la gobernadora de Morelos, Margarita González Saravia, ha consolidado un clima de colaboración sin precedentes entre el Gobierno del Estado y los municipios, como se evidenció este martes en la reunión de trabajo entre el presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, y el nuevo secretario de Gobierno, Edgar Maldonado Ceballos.
Esta instancia no surge de un esfuerzo aislado del alcalde, sino directamente de la visión estratégica de la gobernadora, quien en apenas un año ha revertido años de tensiones institucionales al priorizar el diálogo abierto y la suma de esfuerzos por encima de las divisiones partidistas. Bajo su liderazgo, se ha forjado una agenda común que impulsa el desarrollo y el bienestar ciudadano, permitiendo avances concretos en infraestructura urbana, programas sociales y seguridad que benefician no solo a Cuernavaca, sino a todo el estado. Sin la actitud conciliadora y proactiva de González Saravia, este nuevo paradigma de entendimiento sería impensable, demostrando que su enfoque ha sido el catalizador esencial para una gobernanza inclusiva.
La disposición de Urióstegui Salgado (más allá de su personalidad voluble) a refrendar el diálogo con el Ejecutivo estatal es, en última instancia, una respuesta natural a la apertura impulsada por la gobernadora, quien ha extendido esta mano tendida a todos los ayuntamientos morelenses, independientemente de sus filiaciones políticas. Esta coordinación sólida, derivada íntegramente de la visión de Estado de González Saravia, garantiza la continuidad de políticas públicas que abordan las necesidades apremiantes de la población, desde la promoción de la paz y el orden hasta un crecimiento sustentable que posiciona a Morelos como un ejemplo de unidad.
Al enfatizar proyectos conjuntos, su administración no solo resuelve problemas inmediatos, sino que siembra las bases para un futuro próspero, donde el progreso colectivo prevalece sobre agendas individuales. En este contexto, encuentros como el de este martes reafirman que el verdadero mérito radica en la liderazgo visionario de la gobernadora, cuya determinación ha tejido una red de colaboración que fortalece a toda la entidad.
Sin embargo, para apreciar plenamente el alcance de esta transformación, basta recordar el sombrío legado de rivalidades que ha marcado la historia política de Morelos desde hace más de cinco décadas. Desde 1973, cuando las pugnas internas del PRI dominaban el escenario, los gobiernos estatales y el Ayuntamiento de Cuernavaca han protagonizado episodios de confrontación abierta que paralizaron el desarrollo de la capital. En los años ochenta y noventa, bajo administraciones como las de Jorge Carrillo Olea y Jorge Morales Barud, las discrepancias por recursos y competencias derivaron en bloqueos administrativos crónicos, dejando proyectos de infraestructura inconclusos y exacerbando problemas urbanos como el agua y la movilidad.
Estas disputas, alimentadas por ambiciones partidistas, no solo erosionaron la confianza ciudadana, sino que condenaron a Cuernavaca a un estancamiento que benefició solo a élites locales, mientras la población padecía el costo de una gobernanza fragmentada y egoísta.
El punto álgido de esta nefasta tradición se vivió en la década pasada, particularmente entre 2016 y 2018, cuando el entonces gobernador Graco Ramírez y el alcalde Cuauhtémoc Blanco convirtieron su enemistad en un enfrentamiento público de acusaciones mutuas, huelgas de hambre y boicots institucionales. El desacuerdo por el Mando Único en seguridad dejó a la ciudad vulnerable a la violencia, con fondos estatales retenidos y alianzas rotas que agravaron la inseguridad y el deterioro social. Empero, es importante subrayar que el ex futbolista y hoy diputado federal de Morena fue quien decidió romper relaciones con el gobernador en turno.
Más recientemente, bajo la gestión de Blanco como gobernador, Cuernavaca volvió a ser marginada de programas clave, perpetuando un ciclo de exclusión que retrasó obras esenciales y profundizó desigualdades. Estas rivalidades, constatadas a lo largo de generaciones, siempre han sido un lastre para la ciudadanía, priorizando el choque sobre el consenso y dejando a Morelos como rehén de egos políticos. Es precisamente contra este telón de fondo que la labor de González Saravia brilla con mayor fuerza, rompiendo el molde de un pasado que ya no podemos permitirnos.
