PALABRAS PRESIDENCIALES
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 26 de julio de 2023
Nadie en su sano juicio puede negar el proceso de balcanización en México, propiciado por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dedicado desde hace casi cinco años a dividir a los mexicanos con discursos de odio, separatistas.
Existen en Internet algunas definiciones sobre la balcanización, término geopolítico utilizado originalmente para describir la fragmentación o división de una región o un estado en partes o estados más pequeños, que por lo general son mutuamente hostiles, sin cooperación entre ellos. El término nació a raíz de los conflictos en la Península Balcánica ocurridos durante el siglo XX. La primera balcanización se dio en la guerra de los Balcanes y el término aplicó a las guerras yugoslavas.
Por extensión, el término “balcanización” se ha usado para describir los procesos de división de ciertas culturas en identidades separadas, tales como los ocurridos a finales del siglo XX, muchos con orígenes en movimientos nacionalistas y populistas. Esto último es lo que está sucediendo en México, teniendo como principal divisor a López Obrador.
Todo lo antes escrito es confirmado un día sí y otro también durante las conferencias de prensa mañaneras del presidente de la República, limitadas recientemente de manera bastante relativa por las instituciones electorales a pocas semanas de iniciarse el proceso electoral constitucional, es decir el 4 de septiembre, rumbo a los comicios del 2 de junio de 2024. No debe referirse a tópicos partidistas o de proselitismo electoral, ni tampoco a ciertos actores políticos. Sin embargo, López Obrador ha insistido en atacar a sus adversarios, con un discurso manipulado a su antojo y siempre dirigido a su base electoral convirtiendo las famosas conferencias de prensa en instrumentos de propaganda. Son foros para atacar y/o destruir a sus adversarios.
En suma, López Obrador exhibe la concentración de un poder inadmisible, autoritario y de peligro para la democracia, pues a diario desdeña y descalifica a quienes no piensan como él.
El discurso presidencial tiene un alto componente de violencia verbal, mediante el cual alienta el linchamiento de adversarios. En este sentido, sus fanáticos lo escuchan, lo imitan y lo obedecen. Por eso se repiten una y otra vez, acciones directas contra quienes no sean partidarios de la Cuarta Transformación y/o de Morena. Expresa intolerancia ante críticas y predisposición a utilizar el poder (incluyendo el monopolio tributario o el SAT) para castigar o restringir libertades de opositores, incluidos algunos medios de comunicación.
Recientemente, quienes por razones de trabajo debemos saber qué dijo el presidente en sus conferencias mañaneras, hemos visto a un hombre muy encolerizado con sus adversarios. Ha exacerbado el ataque a los más reconocidos comunicadores mexicanos y no le importa el efecto de sus palabras en los oídos y mentalidad de sus fanáticos. Es decir: las palabras de López Obrador pueden crear o destruir. Son más que sonidos, pues las palabras moldean la mente para después convertirse en pensamientos o acciones; son tan poderosas que a través de ellas puede crear o destruir, por eso su correcto manejo debería ser de suma importancia, de gran responsabilidad. Pero no es así.
“Las palabras no se las lleva el viento”, cada palabra destruye o edifica.
Como hombre de estado, el macuspano tendría que reconocer el poder de sus palabras, ser prudente para transmitir ideas o su sentir de manera correcta en todo momento. Pero al presidente le importa un comino el resultado de su discurso cotidiano, cargado de odio. Está más que confirmado el efecto de las conferencias mañaneras sobre los fanáticos de la 4T. A diario se les fomenta el odio en lo más profundo de su alma.
Esto, por lo tanto, va muy mal y acabará peor. Dios nos agarre confesados.