CUERNAVACA: EL AMBULANTAJE, UN DESAFÍO PERSISTENTE EN LAS CALLES DEL CENTRO HISTÓRICO

CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Lunes 1 de diciembre de 2025
Han pasado casi tres años desde que, en mi columna del 10 de enero de 2023, alerté sobre el caos que genera el ambulantaje descontrolado en Cuernavaca. Aquella vez, describí cómo las banquetas del primer cuadro se convirtieron en un laberinto de puestos improvisados, asfixiando el flujo peatonal y erosionando la imagen de nuestra joya morelense. Echen un vistazo somero al centro y me darán la razón.
El problema no era nuevo: raíces en administraciones pasadas, permisos apócrifos y la falta de voluntad política habían permitido que el comercio informal se expandiera como maleza. Hoy, a inicios de diciembre de 2025, el panorama no ha cambiado sustancialmente; las calles siguen ocupadas, los peatones zigzaguean y el turismo se queja en redes sociales. Pero ahora, con José Luis Urióstegui Salgado en su segundo trienio, surgen promesas renovadas que merecen escrutinio.
El fin de semana pasado, el alcalde Urióstegui rompió el silencio en una entrevista que resonó en medios locales y plataformas como Twitter. Admitió, con una franqueza inusual, que la estrategia de la Secretaría del Ayuntamiento para contener el ambulantaje “no está dando resultados”. Reconoció la necesidad de “mayor presencia y firmeza en la toma de decisiones”, un mea culpa que contrasta con la retórica optimista de campañas electorales.
No es casualidad: reportes de La Crónica de Morelos, La Jornada Morelos y El Sol de Cuernavaca documentan cómo, pese a esfuerzos previos, el número de vendedores en la vía pública ha crecido, invadiendo espacios que deberían ser para el disfrute colectivo. Esta confesión, aunque tardía, podría ser el catalizador para acciones concretas, pero solo si se traduce en hechos más allá de palabras.
En el corazón de su anuncio, Urióstegui detalló un “plan integral” para frenar la expansión del comercio informal. El eje central: la remodelación de la Plaza Lido, un espacio icónico que busca reconvertirse en un módulo digno para reubicar a los ambulantes y liberar las aceras del centro histórico.
Imaginemos por un momento banquetas despejadas, donde familias paseen sin sortear obstáculos, y un flujo vehicular que no termine en embotellamientos eternos. Sin embargo, el alcalde también aludió a “derechos adquiridos” de vendedores con permisos de gestiones anteriores, un guiño a la complejidad legal que ha blindado a muchos de desalojos.
Según datos del Ayuntamiento, estos permisos datan de hasta una década atrás, y su respeto es un compromiso ético, pero también un freno potencial si no se regulan con equidad.
La Secretaría del Ayuntamiento emerge como el talón de Aquiles en esta batalla. Urióstegui la señaló directamente: está “obligada” a impedir que el número de vendedores crezca o que se amplíen concesiones, pero hasta ahora, ha fallado en su ejecución. En mi columna de 2023, ya advertía sobre esta burocracia ineficaz, donde inspecciones se diluyen en negociaciones interminables y operativos se evaporan ante presiones sindicales.
Hoy, con el trienio 2025-2027 apenas iniciado, urge una reestructuración: más inspectores capacitados, tecnología para monitoreo (como apps de geolocalización) y alianzas con la policía municipal para presencia disuasoria. Sin firmeza, como el propio alcalde lo dijo, el plan se quedará en papel mojado.
Mirando hacia atrás, el ambulantaje en Cuernavaca no es solo un desorden urbano; es un síntoma de desigualdades profundas. Muchos vendedores son familias que, ante la precariedad económica post-pandemia y la inflación galopante de 2025, ven en las calles su única salida. En 2023, estimaba que más de 2,000 puestos informales generaban ingresos para al menos 5,000 personas, cifras que hoy, por reportes de CATEM, superan las 3,000 unidades.
Reubicarlos a la Plaza Lido o Degollado no basta si no va de la mano con capacitación, microcréditos y ferias de empleo como la que Urióstegui inauguró en marzo. De lo contrario, el reordenamiento se percibirá como represión, no como apoyo, y podría desatar protestas que paralicen la ciudad, como las de 2019.
Los impactos negativos son innegables y multifacéticos. El centro histórico, declarado Patrimonio Cultural, pierde atractivo turístico: visitantes extranjeros reportan en TripAdvisor “calles sucias y caóticas”, afectando un sector que genera el 15 por ciento del PIB local según la Canaco. Los comerciantes establecidos, dueños de locales en Avenida Morelos o Portal Morelos, ven mermadas sus ventas en un 30 por ciento, por competencia desleal y obstrucción peatonal. Además, la salud pública sufre: puestos sin higiene propician plagas y contaminan el drenaje. En 2025, con el cambio climático exacerbando lluvias torrenciales, estos espacios improvisados agravan inundaciones. Urióstegui debe priorizar no solo el desalojo, sino la higiene y accesibilidad universal, incluyendo rampas para discapacitados.
¿Qué sigue para este plan integral? El alcalde prometió que, una vez concluida la remodelación de la Plaza Lido —prevista para finales de 2026—, se removerán puestos de la vía pública de manera gradual y respetuosa. Pero el diablo está en los detalles: ¿habrá mesas de diálogo multipartitas con sindicatos, vendedores y sociedad civil? ¿Se integrará tecnología para un registro digital de permisos, evitando fraudes como los detectados en 2023? Y, crucialmente, ¿cómo se financiará?
El presupuesto municipal, estrangulado por deudas heredadas, requiere alianzas con el estado y federación. En Twitter, hashtags como #AmbulantajeCuernavaca ya bullen con opiniones divididas, desde apoyo vecinal hasta críticas de ambulantes que temen perder su sustento.
En conclusión, el desafío del ambulantaje en Cuernavaca clama por liderazgo audaz, no por más diagnósticos. Urióstegui tiene la oportunidad de convertir su admisión de fallas en un legado de orden y equidad. Si el plan se ejecuta con empatía —reubicando sin desplazar, regulando sin criminalizar—, podría transformar el centro en un espacio vibrante y habitable. De lo contrario, repetiremos los errores del pasado, y mi columna de 2023 se convertirá en profecía autocumplida. Cuernavaca merece calles libres, no solo para caminar, sino para soñar con un futuro ordenado. Ojalá este diciembre marque el inicio de ese cambio real.
