EL ROBO EN SUS DIFERENTES MODALIDADES: CUANDO LA CALLE SE VUELVE JUNGLA

CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 5 de diciembre de 2025
El robo en Morelos no distingue horarios ni colonias. En lo que va de 2025, los delitos patrimoniales (robo a casa habitación, a transeúnte, a negocio y a vehículo) han crecido más de 40 por ciento respecto al año anterior, según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Ya no basta con “tener cuidado”; el ladrón de hoy llega en motocicleta, con el rostro cubierto y, en muchos casos, armado. El modus operandi más común en la zona metropolitana de Cuernavaca es el asalto exprés en avenidas como Plan de Ayala, Río Mayo o Teopanzolco: dos tipos en moto, uno baja, amenaza con pistola o navaja, se lleva celular, bolsa y dignidad en menos de veinte segundos.
El problema no es sólo la audacia de los delincuentes, sino la ausencia casi absoluta de policías preventivos. Morelos cuenta con apenas 1.2 policías por cada mil habitantes, la mitad del estándar mínimo recomendado por la ONU.
En Cuernavaca, Jiutepec y Emiliano Zapata la situación es dramática: hay turnos donde apenas circulan cuatro o cinco patrullas para cubrir cientos de colonias. Los elementos que quedan están rebasados, mal pagados (muchos ganan menos que un cajero de Oxxo) y, en no pocos casos, intimidados por el propio crimen organizado que opera impune en la entidad.
Decir esto no es justificar la inacción policiaca, sino reconocer una realidad incómoda: la policía preventiva, tal como está hoy, no puede estar en todos lados. Pretender que una llamada al 911 resuelva el problema en menos de media hora es vivir en la fantasía de hace quince años. La respuesta promedio en la zona metropolitana supera los 25 minutos y, cuando llega la patrulla, el delincuente ya va en Lomas de Cortés contando el botín.
Por eso la prevención personal dejó de ser opcional y se volvió obligación ciudadana. Cámaras de seguridad que realmente graben y se revisen, alarmas conectadas a vecinos confiables (no a empresas que contestan hasta el día siguiente), grupos de WhatsApp efectivos con geolocalización inmediata, perros que ladren de verdad, rejas bien soldadas, luces con sensor en fachadas y, sobre todo, romper la costumbre de presumir en redes sociales la nueva tele de 85 pulgadas o el viaje a Cancún mientras la casa queda sola tres días.
El gobierno estatal y los municipales tienen que hacer su parte: depurar, capacitar y, sobre todo, contratar más policías. Pero mientras eso ocurre (y tardará años), la única barrera real entre tu patrimonio y el hampón de la esquina eres tú mismo. Negar esa verdad no hace al ciudadano más valiente; lo convierte en la siguiente estadística.
Entre todas las modalidades delictivas, el asalto a mano armada —ya sea en la calle, en tu coche o frente a la puerta de tu casa— es el que más profundamente lastima la sensación de seguridad y genera una indefensión que cala hasta los huesos. No es lo mismo perder un celular que ser encañonado por un desconocido que te mira a los ojos mientras te dice “dame todo o te mato”; ese instante queda grabado para siempre y transforma la ciudad en territorio hostil.
En Morelos, donde nueve de cada diez robos a transeúnte ahora involucran violencia o amenaza con arma, la gente ya no solo teme perder sus pertenencias: teme perder la vida por un teléfono de 15 mil pesos. Esa percepción de vulnerabilidad absoluta es la que vacía las calles después de las ocho de la noche, la que hace que las familias cierren con triple candado a las seis de la tarde y la que, en última instancia, está destruyendo la calidad de vida de todo un estado.
En este contexto de desprotección generalizada, la diputada federal por Morena, Meggie Salgado Ponce —quien ya ha sido señalada como probable precandidata a la alcaldía de Cuernavaca en 2027— ha insistido, tanto en la Cámara de Diputados como en foros de seguridad regionales, en que la videovigilancia masiva y de calidad es la herramienta más inmediata y efectiva para inhibir el robo con violencia.
Salgado Ponce ha argumentado que los arcos carreteros, las cámaras con reconocimiento facial y de placas, y la cobertura total en zonas de alta incidencia no son un lujo, sino una urgencia presupuestal: “Si no hay policías suficientes en la calle, que al menos haya ojos que graben, identifiquen y disuadan”.
Por ello ha exigido que el gobierno federal, el estatal y los 36 municipios de Morelos dejen de regatear recursos y destinen, de manera coordinada y sin excusas, partidas extraordinarias para renovar y ampliar el sistema de videovigilancia que hoy, en la mayoría de los casos, o está descompuesto o simplemente nunca se instaló.
