Más cámaras, más policías, más presupuesto: la única fórmula real contra la inseguridad en Cuernavaca
El presidente municipal de Cuernavaca, José Luis Urióstegui, reunió este viernes a los mandos de la SEPRAC y les exigió mayor eficacia, más cobertura y disciplina impecable. El mensaje es correcto y necesario, pero choca frontalmente contra una realidad que nadie en el salón parece dispuesto a reconocer con todas sus letras: la policía municipal está desfondada en recursos humanos, materiales, tecnológicos y, sobre todo, financieros.
Exigir resultados heroicos a una corporación con 480 elementos para vigilar una ciudad de casi 400 mil habitantes y un territorio lleno de cañadas, colonias populares y zonas de difícil acceso es como pedirle a un boxeador maniatado que gane el título mundial. Se puede tener la mejor técnica y la voluntad más férrea, pero sin brazos libres no hay knockout posible.
El alcalde habla de integrar a la Policía Vial y Preventiva con “mayor decisión” a las tareas de vigilancia. Bien. Pero eso no aumenta el estado de fuerza; simplemente reubica a los pocos elementos que ya existen. Es mover sillas en el Titanic mientras el iceberg ya está a la vista.
Urióstegui también menciona el uso estratégico de herramientas tecnológicas. Excelente propósito. El problema es que el parque de cámaras de videovigilancia municipal es ridículamente pequeño y muchas de las existentes están descompuestas o mal conectadas. Sin una inversión masiva en equipo nuevo conectado al C-4 municipal y al C-5 estatal, seguir hablando de “tecnología” es poesía administrativa.
La Guardia Nacional y el Ejército ayudan, y mucho, pero su presencia es coyuntural y depende de decisiones federales. Cuando se vayan —y un día se irán— Cuernavaca quedará otra vez sola con su policía menguada. Apostar la seguridad pública exclusivamente al apoyo eventual de otras corporaciones es como construir una casa sobre arena movediza.
El verdadero camino pasa por gestionar, con toda la fuerza política posible, recursos extraordinarios ante el gobierno federal y el estatal. Morelos recibe participaciones federales y el famoso “fortaseg” o sus sustitutos. ¿Cuánto de ese dinero se ha etiquetado realmente para Cuernavaca? ¿Cuánto ha pedido el alcalde en las mesas de coordinación estatal de seguridad? Esas son las preguntas que merecen respuesta pública.
Con más presupuesto se pueden comprar patrullas dignas, chalecos antibalas nuevos, armas de cargo en buen estado y, sobre todo, cámaras de última generación con analíticos y conexión en tiempo real al centro de mando. Y también —no nos engañemos— se puede aumentar la plantilla policial con salarios competitivos que atraigan a los mejores elementos y reduzcan la rotación.
Mientras eso no ocurra, las mesas de trabajo semanales servirán para medir la temperatura del paciente, pero no para curarlo. Podremos ajustar rutas, cambiar horarios y repartir responsabilidades, pero la inseguridad seguirá ganando terreno porque la ecuación es sencilla: menos policías y menos tecnología igual a menos capacidad de respuesta.
Cuernavaca no necesita más discursos enérgicos; necesita más millones de pesos etiquetados y gastados con transparencia en seguridad. El alcalde tiene la legitimidad y la urgencia ciudadana para plantarse en la Ciudad de México y en Cuautla a exigir lo que le corresponde a la capital del estado.
Porque al final del día, la tranquilidad de las familias no se recupera con buenas intenciones ni con guardias nacionales de paso. Se recupera con policías bien pagados, bien equipados y bien vigilados por cámaras que funcionen las 24 horas. Todo lo demás es seguir exprimiendo piedras a ver si, por milagro, sale agua.

