¿A QUIÉNES AFECTARÍA MÁS LA NUEVA LEY DE TELECOMUNICACIONES?
ANÁLISIS
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 25 de abril de 2025
Entre 2003 y 2006, cuando trabajaba en una de esas cadenas radiofónicas que parecen más imperios que medios, escuché a su dueño soltar una frase que se me quedó grabada: “Si López Obrador llega a presidente, nos quita las radiodifusoras”. Era el México de hace dos décadas, pero el eco de esa preocupación resuena hoy, no solo en los pasillos de los gigantes de la radio y la televisión, sino en los teclados de quienes, como yo, coordinamos sitios web independientes y publicamos ideas que a veces incomodan. La nueva Ley de Telecomunicaciones, que el Senado aprobará el lunes en sesión de la Cámara de Diputados, es un mazazo que podría callar tanto a los monopolios como a las voces libres.
La ley, impulsada por Morena y sus aliados, promete modernizar el sector y “democratizar” el espectro radioeléctrico. Suena bonito, pero el diablo está en los detalles. El artículo 109 es el más inquietante: le da a la nueva Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT), un organismo atado al Ejecutivo, el poder de bloquear sitios web, redes sociales o plataformas digitales sin pasar por un juez. Basta con que la Agencia considere que hay un “incumplimiento” de sus reglas, reglas que, por cierto, ella misma definirá. ¿Les suena a receta para la censura? A mí, sí.
Como coordinador de un sitio web donde publico mis artículos, este artículo 109 me quita el sueño. No es solo que pueda perder la plataforma donde expongo mis ideas; es que el simple temor a un bloqueo podría llevarme a autocensurarme. Y no estoy solo. En Morelos, donde la prensa local lucha por mantenerse a flote, y en todo México, los medios independientes que no tienen el respaldo de un gran consorcio están en la cuerda floja. La Red en Defensa de los Derechos Digitales ya lo dijo claro: esta ley es una “restricción extrema” a la libertad de expresión, un portazo a la Constitución y a los tratados internacionales que nos protegen.
No me malinterpreten. No lloro por los gigantes de las telecomunicaciones. Esos monopolios que controlan la radio y la tele en México se han enriquecido gracias a concesiones otorgadas a modo, muchas veces a cambio de favores políticos. Si esta ley les aprieta las tuercas, que así sea. Pero el problema es que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Cambiar un monopolio privado por un control estatal no es sinónimo de pluralidad. Al contrario, centralizar el poder en la ATDT, sin contrapesos claros, abre la puerta a que el gobierno decida quién habla y quién calla, ya sea una radiodifusora nacional o un sitio web como el mío.
La presidenta Sheinbaum insiste en que no hay intención de censurar, que el artículo 109 solo busca proteger la “seguridad nacional” o sancionar incumplimientos graves. Incluso reconoció que la redacción es confusa y prometió ajustes, mismos que confirmó en la conferencia mañanera de este viernes. Pero las palabras bonitas no bastan. Mientras la ley no garantice un proceso transparente, con jueces de por medio y criterios claros, la amenaza seguirá ahí, como un fantasma que recorre internet. Y en un país donde la prensa ha sido históricamente un campo de batalla, ese fantasma no es ninguna novedad.
Recuerdo aquellos años en la radio, cuando los dueños temblaban ante la idea de un gobierno que les moviera el tapete. Hoy, el tapete se mueve para todos: los magnates de los medios, los periodistas independientes y hasta los tuiteros que se atreven a criticar. La Ley de Telecomunicaciones, que se votará en la Cámara de Diputados el 28 de abril, no solo definirá quién controla las frecuencias de radio y televisión; también decidirá cuánto espacio nos queda para hablar libremente en la era digital.
Por eso, desde este rincón de Morelos, hago un llamado a mis lectores, colegas y a cualquiera que valore la libertad de decir lo que piensa: no bajemos la guardia. Exijamos un debate abierto sobre esta ley, como piden organizaciones civiles. Protejamos nuestras plataformas, desde los grandes medios hasta los pequeños sitios web que, como el mío, buscan ser una voz en el ruido. Porque si algo he aprendido en estos años, es que el silencio nunca es opción.