ACAPULCO, TRAGEDIA HUMANITARIA
OPINIÓN
Por Jorge Messeguer Guillén
Lunes 30 de octubre de 2023
Es difícil describir la sensación y las emociones que me ha producido la devastación que sufrió el puerto de Acapulco tras el paso del huracán Otis.
La velocidad de crecimiento de la fuerza del huracán hizo difícil tomar medidas preventivas efectivas, tomó por sorpresa a todos incluyendo a los gobiernos municipal, estatal y federal, aunado a la incompetencia de los tres niveles de gobierno.
Las secuelas son devastadoras; las primeras imágenes que se difundieron a través de las redes antes de que se interrumpieran los servicios de electricidad e internet muestran la fuerza del los vientos golpeando las habitaciones de un icónico hotel en la playa de Revolcadero, metiéndose por los pasillos del hospital del IMSS y deshojando las palmeras que se inclinaban resistiendo el embate del viento.
En pocas horas el huracán se degradó a tormenta tropical adentrándose en tierra firme cruzando Guerrero hacia Michoacán, el daño ya estaba hecho, en tan solo dos o tres horas Acapulco cambió para siempre.
A lo largo de la mañana del 25 de octubre nos empezamos a enterar del nivel de destrucción del huracán. Sin embargo, conforme han ido pasando las horas y los días aflora la realidad que a pesar del cerco informativo implementado desde el gobierno federal no se puede ocultar dada la magnitud de la catástrofe.
Acapulco desde hace años, como casi todo el territorio guerrerense y nacional, se encuentran parcialmente tomados por los grupos de la delincuencia. La violencia, el cobro de piso entre otros delitos, están presentes de manera cotidiana en el puerto desde hace tiempo, incrementándose en los años recientes por aquello de los abrazos y no balazos y la complicidad e incapacidad de las autoridades.
En estos momentos en Acapulco no hay manera de conseguir alimentos, agua, víveres, gasolina; los grandes almacenes han sido saqueados por habitantes que no tienen materialmente que llevarse a la boca y por vivales que se llevan lo que encuentran, pantallas de televisión, aparatos electrodomésticos, han saqueado cajeros electrónicos, todo ante la presencia de la guardia nacional, ejército y policías locales que no mueven un dedo para impedir esta rapiña, nuevamente se imponen los abrazos.
El pueblo de México es solidario, se organiza a través de varias instituciones y de particulares para llevar ayuda humanitaria a la gente de Acapulco; la sorpresa es que el gobierno ha decidido que sea el ejército, la guardia nacional y quien ellos decidan quienes harán llegar la ayuda a la gente. O sea que la ayuda o te la quita el ejército, o en el camino te asalta la delincuencia, que desgracia estamos viviendo.
Como en los regímenes totalitarios, el gobierno ha implementado un cerco informativo, tratan de ocultar o minimizar lo que realmente está sucediendo, no quieren que se evidencie su infinita incapacidad.
Es muy preocupante la situación de ingobernabilidad que se está dando en Acapulco y en general en Guerrero. Además del saqueo a las tiendas departamentales, el asalto a tráileres y camiones que llevan ayuda humanitaria complica el restablecimiento de la normalidad. Los daños a comercios son mucho mayores por los saqueos que por los producidos por el huracán.
Las imágenes que hemos visto han sido de hoteles, condominios principalmente, sin embargo, no sabemos nada de las miles de familias asentadas en las laderas de los cerros que rodean al puerto y que viven en viviendas modestas hechas de láminas y materiales ligeros. Esa población que vive al día y que no tiene recursos para comprar comida aunado a que tampoco hay comida que comprar porque los supermercados y comercios han sido saqueados, población que está a la suerte de la ayuda que le llegue supuestamente del ejército o de los servidores de la nación o quizá la delincuencia sea la que se ponga las pilas.
Para reconstruir Acapulco se requiere una autoridad que actúe con firmeza, que no permita la anarquía ni la impunidad y que facilite la llegada de ayuda. Algo que se mira muy difícil de que suceda.
El daño se multiplica cuando la autoridad municipal y estatal están rebasadas por la delincuencia y el gobierno federal está más preocupado por la elección que por ayudar y poner orden donde hace falta, y en algunos casos por complicidad manifiesta.
Deseamos de todo corazón que Acapulco renazca con fuerza y voluntad, el trabajo y compromiso de la gente de bien hará posible el renacimiento del puerto más emblemático de México.