ACAPULCO, UN MES DESPUÉS DEL HURACÁN
OPINIÓN
Por Jorge Messeguer Guillén
Lunes 4 de diciembre de 2023
No es lo mismo ver las imágenes de la situación por la que atraviesa Acapulco y su gente que a diario aparecen en los medios de comunicación y en las redes sociales, que verlas personalmente, recorrer las calles y hablar con la gente.
A un mes del paso del devastador huracán Otis, categoría cinco, fui al puerto a llevar víveres y ayuda a ocho familias trabajadoras.
Desde la carretera se comienza a sentir la desolación, llegar a la primera caseta de cobro en la frontera de Guerrero y ver a los comerciantes sin clientes, el paso libre, y así hasta llegar a la caseta de la Venta en las inmediaciones de Acapulco. Tráfico de camiones de carga con víveres y materiales de aluminio y tablarroca.
El túnel de acceso se encuentra exento de peaje, con tráfico intenso lo cruzamos en medio de una bruma contaminante por el ineficiente sistema de aireación.
Repartimos los víveres escuchando las experiencias de cada persona, algunas trabajadoras lo perdieron todo, sus láminas de techo volaron y sus pertenencias con ellas, afortunadamente salvaron sus vidas.
Paco, un trabajador nos relató como el mar había arrojado dos cuerpos, un hombre y una mujer, a la orilla de la playa allá por la Quebrada. Wences, propietario de un taller de reparación de lanchas y yates, nos mostró los destrozos que sufrió su taller, perdió toda la techumbre y lo más grave fue que sobre la lámina cayó el cuerpo de un hombre arrastrado por el viento, impresionante. Historias van y vienen de personas que según cuentan salieron disparadas de los edificios; volaron puertas, ventanas, muebles, tinacos, todo lo inimaginable salió disparado ante la furia del viento.
Al día siguiente nos fuimos a recorrer Acapulco en bicicleta para poder ver con calma y detenernos a hablar con la gente, desde Caleta hasta Icacos.
Caleta y Caletilla playas icónicas, mostrando su belleza natural, los restaurantes y fondas vacíos en trabajos de reparación y limpieza, algunos ya preparados para dar servicio a un turismo inexistente. A lo lejos se muestra un remolcador del puerto encallado atrás de la isla Roqueta, las lanchas de fondo de cristal desaparecieron.
En el puerto nos encontramos a marineros y pescadores tratando de rescatar algunas lanchas hundidas o arrastradas por el viento, a lo lejos vemos lo que fue la marina de yates convertida en cementerio de barcos encimados sobre la playa y los muelles destrozados, otros más hundidos, desaparecidos con todo y su tripulación.
A lo largo del muelle público, donde atracaban decenas de barcos y yates de recreo que se alquilaban para la pesca deportiva o para ver la puesta de Sol en la Quebrada, no queda rastro de ellos.
Las calles interiores acumulan montañas de residuos principalmente de jardín, árboles caídos, escombro, muebles, colchones y basura en general. Prácticamente todas las calles están en esa situación, dejando nada más las entradas de los autos y de las casas libres. El volumen de basura y escombro es muy impresionante y no se ve para cuando la autoridad lo retire.
Asomarse a las playas prácticamente desiertas causa una gran tristeza, el Sol pega a tope y se siente más calor porque las montañas perdieron la capa vegetal, empiezan a verse algunas hojas nuevas apareciendo sobre las ramas de los troncos pelones de las montañas, da la impresión como si una marabunta de hormigas hubiera hecho presa de toda la capa vegetal de los montes que rodean al puerto.
Por las calles en medio de los destrozos se ven muchos esfuerzos de gente trabajadora que está levantando comercios y restaurantes que tratan de emerger entre las ruinas, poco a poco va renaciendo con el esfuerzo de la gente.
Se percibe gran presencia del ejército, la Marina y la guardia nacional, sin embargo, tanto el gobierno estatal y más aún el municipal, están totalmente rebasados.
El municipio debería de avocarse con mucha más decisión en la limpieza de las calles, de no hacerlo se podría generar el famoso fenómeno de los vidrios rotos con el impacto social que esto representa.
No se percibe que la autoridad tenga un diagnóstico claro del impacto que sufrió Acapulco ni un plan preciso de rescate, pareciera que están dando palos de ciego y dejando que la población se las entienda con sus medios.
Dejamos Acapulco con bloqueos en la Av. Costera por parte de pobladores demandando apoyo para reconstruir sus casas, y familias de marineros desaparecidos exigiendo su búsqueda y la recuperación de sus cuerpos. La desesperación es evidente.
Nos regresamos con sentimientos encontrados, por un lado, con el dolor de ver Acapulco devastado, pero por el otro lado es asombroso ver como la sociedad civil con enorme esfuerzo y corazón está tratando de salir adelante.