¡AGÁCHENSE, CIUDADANOS: EL NUEVO EVANGELIO DE LA IMPOTENCIA CUERNAVACENSE!
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Viernes 17 de octubre de 2025
En las calles de Cuernavaca, donde las balas llegan a silbar como recordatorio perpetuo de un Estado fallido, el alcalde José Luis Urióstegui ha destilado la esencia del cinismo político: ante tiroteos a plena luz del día, no busquen refugio en leyes ni en patrullas, sino en el suelo, agachados como conejos ante el halcón.
Esta recomendación, pronunciada con la resignación de quien ya firmó la rendición incondicional ante grupos criminales, no es solo un chiste de mal gusto; es la confesión brutal de una administración que prefiere enseñar gimnasia evasiva a invertir en inteligencia policial o en alianzas federales que realmente duelan.
Mientras los cuernavacenses pagan impuestos por seguridad, reciben manuales de supervivencia casera, y el terror se enquista en plazas y avenidas, convirtiendo la capital en un western sin sheriff. ¿Es esto gobernar o solo posar para la foto del desastre?
La polémica estalló como las detonaciones que la inspiraron: redes sociales en llamas, opositores clamando por dimisiones y una ciudadanía que, entre el miedo y la furia, cuestiona si Urióstegui es alcalde o mero animador de circo trágico. En un Morelos asediado por cárteles que disputan territorio con la ferocidad de gladiadores, este “no hay de otra manera” huele a derrota sistémica, a presupuestos evaporados en corrupción y a promesas electorales que se disuelven como humo de pólvora.
Urge no más consejos pasivos, sino una ofensiva real: más federales en las calles, inteligencia compartida y, sobre todo, líderes con agallas para enfrentar al monstruo en vez de recomendarle que nos deje vivir. De lo contrario, Cuernavaca no será solo la ciudad de las flores eternas, sino el epitafio de una democracia agachada.