Avance de la violencia en México: ¿Crimen organizado o terrorismo en expansión?
La creciente violencia extrema que los cárteles de la droga y otros grupos criminales han desatado en México ha llevado a un intenso debate sobre si sus acciones deben ser equiparadas al terrorismo.
Si bien ambos fenómenos comparten tácticas como el uso del miedo y la brutalidad para influir en la sociedad y controlar territorios, existe una diferencia clave en la motivación: mientras que los terroristas actúan en función de una agenda política, religiosa o ideológica, los cárteles buscan. el control económico y territorial para maximizar sus ganancias ilícitas. Esta compleja distinción ha generado discusiones sobre las implicaciones legales, políticas y de seguridad a nivel internacional, y sobre si la clasificación formal de estas organizaciones debería ser reconsiderada.
La violencia extrema que han desatado los cárteles de la droga y demás grupos criminales en México en las últimas décadas ha generado un debate profundo sobre si estos actos deben ser considerados terrorismo o simplemente violencia criminal. La pregunta no solo es teórica, sino que tiene implicaciones legales, políticas y de seguridad a nivel nacional e internacional. A continuación, se exploran los principales argumentos a favor y en contra de equiparar las acciones de los grupos criminales en México con el terrorismo.
Uno de los puntos centrales en el debate es el uso de la violencia pública y extrema por parte de los cárteles mexicanos. Actos como decapitaciones, desmembramientos, colgamientos de cadáveres en lugares visibles, y ataques a civiles o funcionarios públicos se han convertido en parte del modus operandi de estos grupos. La violencia está diseñada para ser brutalmente explícita y difundida, tanto por redes sociales como por medios tradicionales, con el fin de sembrar miedo y mostrar poder. Esto ocurrió el domingo en Chilpancingo con la decapitación del alcalde Alejandro Arcos.
En términos de generar terror entre la población, los cárteles se comportan de una manera similar a los grupos terroristas. Un claro ejemplo de esto es el uso de “narcovideos” o mensajes a través de mantas (narcomantas) para intimidar a la población, autoridades y rivales. Esta práctica no es muy distinta a las estrategias de los grupos terroristas tradicionales que usan el miedo y la brutalidad para obtener influencia y control sobre una región o para enviar mensajes a los gobiernos.
Un objetivo clave del terrorismo es desestabilizar el orden establecido para imponer una ideología o un sistema de control alternativo. Aunque los cárteles no tienen un propósito ideológico en el sentido político o religioso, sí buscan territorio controlado donde sus actividades ilícitas puedan operar sin interferencias. Los cárteles crean redes de poder y corrupción en áreas bajo su control, subyugando comunidades enteras, y en muchos casos, infiltrándose.
Algunos cárteles han logrado reemplazar el control gubernamental en ciertas áreas, cobrando “impuestos” (extorsiones), proporcionando seguridad (aunque mediante el uso del miedo) e imponiendo sus propias reglas, casi como un “estado paralelo”. Estos comportamientos podrían recordar las estrategias de ciertos grupos insurgentes o terroristas que buscan gobernar áreas específicas a través del miedo.
Los cárteles no solo se enfrentan a las fuerzas de seguridad o a otros grupos delictivos; su violencia afecta profundamente a la población civil. Secuestros, desapariciones forzadas, extorsiones y desplazamiento forzado son consecuencias directas de su accionar. De hecho, en muchos estados de México, familias enteras han huido debido a la violencia de los cárteles.
El impacto psicológico de vivir bajo la constante amenaza de violencia es significativo. Muchas comunidades en México viven con el temor de ser víctimas de la violencia o verse atrapados en el fuego cruzado de las luchas entre cárteles y fuerzas del orden. Este tipo de terror social es equiparable al generado por grupos terroristas que buscan controlar a la población a través del miedo.
A pesar de las similitudes en el uso del terror y la violencia extrema, existe una diferencia fundamental entre los cárteles mexicanos y los grupos terroristas tradicionales: la motivación. Mientras que el terrorismo está generalmente impulsado por ideologías políticas, religiosas o sociales, el crimen organizado en México tiene una motivación principalmente económica. Los cárteles buscan controlar el tráfico de drogas, armas, personas y otros mercados ilícitos para maximizar sus bienes.
Este enfoque en la ganancia económica es lo que los distingue del terrorismo, al menos en el sentido tradicional. Los grupos terroristas, como Al-Qaeda o ISIS, cometen actos de violencia para imponer una agenda ideológica o religiosa, mientras que los cárteles cometen actos violentos principalmente para eliminar la competencia, controlar territorios estratégicos y asegurar la rutina.
En términos legales, el terrorismo está definido tanto en México como en el derecho internacional como actos de violencia con el propósito de causar terror entre la población civil para alcanzar objetivos políticos o ideológicos. Dado que la mayoría de los cárteles mexicanos no promueven explícitamente una ideología política o religiosa, no encajan completamente en esta definición.
En México, los cárteles no buscan derrocar al gobierno ni imponer una nueva forma de gobierno, sino que desean operar sin interferencias, corrompiendo o intimidando a las autoridades para garantizar que su negocio continúe. Aunque en algunas regiones han utilizado tácticas que se asemejan a las de grupos insurgentes o terroristas, el último no es establecer un nuevo orden político.
A pesar de las diferencias legales y conceptuales, algunos países han comenzado a considerar la violencia de los cárteles mexicanos como terrorismo. Un ejemplo notable es el gobierno de los Estados Unidos, que ha considerado designar a ciertos cárteles como organizaciones terroristas. El ex presidente Donald Trump, por ejemplo, impulsó la idea de clasificar a los cárteles como grupos terroristas en respuesta a masacres y ataques brutales, argumentando que su nivel de violencia, su capacidad para desestabilizar regiones enteras y su operación transnacional los hace comparables con grupos. terroristas. Sin embargo, esta postura generó un gran debate sobre las posibles implicaciones para la relación bilateral entre México y Estados Unidos, así como el impacto en la soberanía nacional.
En última instancia, si bien los cárteles mexicanos utilizan tácticas que pueden compararse con el terrorismo en términos de violencia extrema y control social, la diferencia fundamental radica en su motivación económica, que los separa del concepto tradicional de terrorismo, basado en la ideología. Sin embargo, esto no disminuye el impacto devastador de sus acciones en la sociedad mexicana.
El debate sobre si estas organizaciones criminales deben ser clasificadas como terroristas está lejos de resolverse, y probablemente continuará evolucionando conforme cambien las dinámicas de violencia y el entorno geopolítico.