Biblioteca Félix Frías: un oasis rehabilitado en medio de un parque fantasma
El alcalde José Luis Urióstegui inauguró este viernes con bombo y platillo la Biblioteca Pública Municipal “J. Félix Frías Sánchez” en el Parque Melchor Ocampo. Casi cuatro millones de pesos invertidos, áreas de lectura nuevas, computadoras, mobiliario “inteligente” y hasta torneo de ajedrez “Reina de Oro” con campeón nacional incluido.
Nadie puede negar que el espacio quedó bonito y funcional. El detalle que nadie menciona en el boletín oficial: la biblioteca está literalmente cercada dentro de un parque convertido en terreno baldío, vallado “para evitar maleantes” desde hace años y abandonado por todas las administraciones recientes, incluida la actual.
Sí, la biblioteca brilla, pero al salir por la puerta te topas con un espectáculo desolador: maleza alta, bancas rotas, juegos infantiles oxidados y un manantial histórico que fue secuestrado por el SAPAC para llenar pipas, dejando seco lo que alguna vez fue el corazón verde del lugar.
El contraste es brutal: adentro, niños jugando ajedrez y citando a Asimov; afuera, un parque que parece zona de guerra light, con valla incluida que más bien parece advertencia de “prohibido recordar cómo era esto antes”.
Urióstegui se tomó la foto con los nietos del homenajeado, prometió actividades permanentes y hasta habló de “revitalizar espacios públicos”. Palabras muy bonitas que chocan contra la realidad de un parque que sigue siendo el gran olvidado de su propia administración.
Porque una biblioteca rehabilitada no revitaliza un parque por arte de magia. Queda como isla bonita en medio de la desidia, como maquillaje caro en una casa en ruinas.
Se reconoce el esfuerzo: la biblioteca era necesaria y honra dignamente la memoria del exrector Félix Frías. Punto a favor. Pero celebrar su reapertura mientras el mismo día que el resto del Melchor Ocampo sigue cercado y en el olvido huele a oportunismo puro.
Los niños merecen la biblioteca, sí. Pero también merecen un parque completo, con su manantial vivo, sus árboles cuidados y sin necesidad de saltar vallas para jugar.
Cuernavaca no necesita más inauguraciones a medias ni fotos en espacios relucientes rodeados de abandono. Necesita coherencia.
Por ahora, bienvenida sea la biblioteca Félix Frías. Ojalá el alcalde no tarde otros cuatro años en recordar que afuera también existe un parque que alguna vez fue orgullo de la ciudad.

