CLAUDIA SHEINBAUM: ENTRE EL LEGADO DE LA 4T Y LOS LASTRES DE MORENA
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 23 de julio de 2025
Claudia Sheinbaum, primera presidenta de México, enfrenta un desafío titánico no solo por liderar un país con problemas estructurales, sino por navegar las turbulentas aguas internas de Morena, el partido que la llevó al poder. Su mandato, iniciado el 1 de octubre de 2024, está marcado por una popularidad inicial envidiable, con un 82 por ciento de aprobación según encuestas recientes, pero también por las sombras de figuras dentro de su propio partido que, lejos de fortalecer su liderazgo, lo erosionan.
Adán Augusto López, Ricardo Monreal y, en menor medida, Luisa María Alcalde, se han convertido en rescoldos ardientes que amenazan con quemar la imagen de una presidenta que busca consolidar su propio estilo, distinto al de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Sheinbaum, heredera de la Cuarta Transformación (4T), parece estar pagando los platos rotos de un partido fragmentado por ambiciones personales y manejos opacos, lo que pone en riesgo su capacidad de gobernar con la autoridad que México demanda.
Adán Augusto López y Ricardo Monreal, ambos pesos pesados de Morena, son los principales lastres. López, exgobernador de Tabasco y senador, ha sido señalado por priorizar su agenda política sobre la unidad del partido, mientras que Monreal, líder en la Cámara de Diputados, ha protagonizado escándalos que alimentan la percepción de corrupción, como el uso de un helicóptero para traslados personales junto a su aliado Pedro Haces y sus recientes vacaciones en España. Luisa María Alcalde, como dirigente de Morena, ha mostrado un liderazgo débil, incapaz de contener las pugnas internas o de alinear al partido con las prioridades de la presidenta, como la fallida ley contra el nepotismo, aplazada hasta 2030 por maniobras de los aliados del Partido Verde y la complacencia de Monreal y López. Estos personajes, con su pésima imagen pública, encarnan el clientelismo y las prácticas que Morena prometió erradicar, contradiciendo el discurso de transformación.
El caso de Cuauhtémoc Blanco, diputado acusado de violación y protegido por la bancada morenista, es un ejemplo lacerante de cómo estas figuras dañan a Sheinbaum. La decisión de Morena de mantener su fuero, a pesar de las graves acusaciones, no solo ha decepcionado a las feministas que esperaban un gobierno sensible a las demandas de género, sino que reforzó la percepción de que Sheinbaum carece de control sobre su partido. La presidenta, que ha hecho del feminismo una bandera, se ve atrapada en una narrativa de complicidad tácita, incapaz de imponerse ante los “barones” de Morena que AMLO colocó estratégicamente en el Congreso para mantener la unidad. La sombra de López Obrador, con su hijo Andrés Manuel López Beltrán como secretario de Organización de Morena, agrava la situación, sugiriendo que Sheinbaum no es del todo libre para actuar sin el peso del expresidente.
Si Sheinbaum decidiera apartar a estas figuras, los escenarios serían variados. El escenario posible implica una purga selectiva, relevando a Alcalde de la dirigencia de Morena y marginando a López y Monreal de roles clave en el Congreso. Esto requeriría un liderazgo firme y el respaldo de nuevas figuras leales, pero podría consolidar su autoridad y enviar un mensaje de renovación. Sin embargo, enfrentaría resistencias internas, ya que ambos líderes controlan facciones importantes dentro de Morena. El escenario probable es que Sheinbaum opte por una estrategia de contención, negociando con estas figuras para limitar su influencia sin confrontarlos directamente, preservando la unidad del partido a costa de su propia imagen. Este camino, aunque pragmático, perpetuaría la percepción de debilidad y complicidad, erosionando su capital político a mediano plazo.
El escenario realista refleja la situación actual: Sheinbaum, consciente del poder de López y Monreal, evita un rompimiento directo para no fracturar Morena antes de las elecciones intermedias de 2027. Apuesta por resultados concretos, como la supuesta reducción del 25 por ciento en homicidios o el decomiso de 178 toneladas de narcóticos, para contrarrestar el daño de las controversias. Sin embargo, esta estrategia depende de que los escándalos no escalen, algo improbable dado el historial de estas figuras.
El escenario catastrófico, aunque menos probable, ocurriría si Sheinbaum no actúa y los escándalos se acumulan, alimentando una crisis de gobernabilidad. La oposición, fortalecida por la narrativa de corrupción y nepotismo, podría capitalizar el descontento, debilitando la supermayoría de Morena en el Congreso y limitando la capacidad de Sheinbaum para avanzar en su agenda legislativa, como la consolidación de programas sociales o la reforma judicial.
La ironía es que Sheinbaum, una científica con un perfil técnico y una trayectoria impecable, se ve atrapada por las dinámicas de un partido que prometió ser diferente. Su éxito en negociaciones internacionales, como la suspensión de aranceles con Trump, contrasta con su incapacidad para domar las ambiciones internas de Morena.
La presidenta necesita desprenderse de estos lastres para construir un liderazgo propio, pero hacerlo implica desafiar la estructura que AMLO dejó como herencia. Apartar a López, Monreal y Blanco, y relevar a Alcalde por alguien con mayor peso político, podría liberar a Sheinbaum de las cadenas del pasado, pero también arriesga una guerra interna que podría costarle la unidad de Morena. La alternativa, seguir tolerándolos, la condena a cargar con sus errores, alimentando la narrativa de que la 4T es más de lo mismo.
En última instancia, el futuro de Sheinbaum dependerá de su capacidad para equilibrar la lealtad a la 4T con la necesidad de un liderazgo autónomo. México, un país que la eligió con un mandato histórico, espera que cumpla su promesa de no llegar sola, sino con todas las mujeres y con un proyecto de transformación genuino. Si no actúa contra los rescoldos que la queman, corre el riesgo de que su presidencia, en lugar de ser un parteaguas, se convierta en una continuación de las contradicciones de Morena: un movimiento que prometió cambio, pero que arrastra las mismas prácticas que juró combatir. La pelota está en su cancha, y el tiempo para decidir se agota.