CUERNAVACA: LA CENTRAL CAMIONERA QUE NUNCA LLEGÓ
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 07 de mayo de 2025
Durante décadas, el proyecto de una central camionera en Cuernavaca ha sido rehén de los intereses de las empresas de autobuses, que han antepuesto sus ganancias al bienestar social. Líneas como Pullman de Morelos, Estrella Blanca, Estrella Roja, Estrella de Oro y otras más han preferido mantener sus paradas dispersas en el centro, donde el flujo de pasajeros les garantiza ingresos sin la inversión que implica una terminal unificada. Esos grupos, con su peso económico y político, han influido para frenar iniciativas que ordenarían el tráfico y mejorarían la movilidad, dejando claro que el caos vehicular y la comodidad de los ciudadanos pesan menos que sus balances financieros.
Hace más de medio siglo, cuando iniciaba mi andar en el periodismo morelense, las plumas de la época ya clamaban por una solución al desorden de los autobuses foráneos en Cuernavaca. Las líneas ya citadas, desde entonces, invadían calles angostas, compitiendo con el tráfico local y los peatones.
La idea era simple: construir una central camionera que reuniera a todas estas líneas, descongestionara el centro y diera un respiro a la ciudad. Corría el sexenio de Felipe Rivera Crespo (1970-1976), y parecía que el proyecto tomaría forma. Pero no. Pasaron gobernadores, promesas, sexenios, y nada. Hoy, en 2025, con Cuauhtémoc Blanco ya en el retrovisor, el sueño de la central camionera no duerme: está muerto, enterrado en algún cajón burocrático. En el sexenio de Armando León Bejarano (1976-1982) llegó a hablarse sobre la edificación de tan importante terminal, bajo la batuta del gran arquitecto Enrique Ramos Zepeda (creador de la Terminal Taxqueña en la CDMX), pero nada pasó.
Basta salir a las calles en hora pico para entender el problema. Autobuses de la CDMX, Acapulco o Cuautla se abren paso por avenidas como Morelos, Plan de Ayala o Emiliano Zapata, contribuyendo al caos vehicular. Calles que deberían ser para los ciudadanos se convierten en paradas improvisadas, con moles de acero estacionándose donde pueden. ¿Y la movilidad? Esa palabra tan de moda en otros estados aquí suena a utopía. Mientras ciudades como Querétaro o Puebla presumen terminales modernas, en Cuernavaca seguimos atrapados en un modelo de los años 70.
No es solo una cuestión de tráfico. La ausencia de una central camionera refleja falta de visión. En 1970, la población de Cuernavaca rondaba los 200 mil habitantes; hoy supera los 600 mil, sin contar la zona metropolitana. El flujo de pasajeros foráneos ha crecido, pero la infraestructura no. Cada autobús que entra al centro no solo alarga los tiempos de traslado, sino que eleva la contaminación y el riesgo de accidentes. Debemos sumar la destrucción de los carriles de rodamiento, que en su mayoría no soportan el peso de enormes vehículos. ¿Cuánto más puede soportar la ciudad?
Los pretextos sobran: falta de presupuesto, terrenos no aptos, intereses de las líneas de autobuses o simple desidia. Desde Rivera Crespo hasta Blanco, cada administración ha tenido su excusa. Pero el costo lo pagamos los ciudadanos: en tiempo perdido, en estrés, en una ciudad que se ahoga en su propio desorden. Y no hablemos solo de nostalgia. En mis 52 años de reportero, he visto cómo proyectos bien planeados pueden transformar ciudades. Una central camionera no es un lujo, es una necesidad.
¿Qué se necesita? Voluntad política, para empezar. Un proyecto claro, con un terreno viable (¿qué tal la zona sur, cerca de la autopista?) y un diseño que contemple las necesidades actuales: no solo camiones, sino espacios para taxis, transporte público local y hasta ciclovías. Involucrar a las empresas de autobuses, pero sin ceder a sus caprichos. Y, sobre todo, escuchar a los ciudadanos, que somos los que padecemos el caos diario.
Cuernavaca merece más. Merece una movilidad digna, una ciudad que no se paralice cada vez que un autobús foráneo busca dónde estacionarse. Han pasado 52 años desde que este tema se puso sobre la mesa. ¿Cuántos más tendremos que esperar? La próxima vez que te quedes atrapado en el tráfico del centro, pregúntate: ¿dónde está esa central camionera que nos prometieron? Y, sobre todo, ¿dónde está la voluntad para hacerla realidad?