CUERNAVACA: LA CIUDAD QUE SE AHOGA EN EL TRÁFICO
CINTARAZOS
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 09 de abril de 2025
Cuernavaca, la “Ciudad de la Eterna Primavera”, ha cambiado mucho con los años. Hace un par de décadas, entre 1997 y 2000, el Puente Ayuntamiento 2000 se alzaba como un símbolo de progreso bajo el mandato de Sergio Estrada Cajigal-Ramírez. Poco después, José Raúl Hernández Ávila conectó Bellavista con Domingo Díez, y más adelante, figuras como Marco Adame Castillo, Manuel Martínez Garrigós y Graco Ramírez dejaron su huella con pasos a desnivel y el Paso Exprés. Esas obras, en su momento, parecían suficientes para una ciudad en crecimiento. Pero hoy, el tiempo nos ha alcanzado y el reloj parece haberse detenido en materia de infraestructura vial.
El problema es evidente: somos más, muchos más. La zona metropolitana de Cuernavaca se ha llenado de habitantes y, con ellos, de vehículos. Día tras día, la cifra de autos crece sin parar, mientras las calles y avenidas principales se convierten en cuellos de botella a cualquier hora. Lugares como Domingo Díez, Cuauhnáhuac o el mismísimo centro se han vuelto un caos cotidiano. Lo que antes era una molestia ocasional ahora es la norma, y los ciudadanos lo padecemos en trayectos que se alargan innecesariamente, consumiendo tiempo, paciencia y combustible.
¿Dónde están las nuevas obras? Han pasado años desde el último gran proyecto vial, y la ciudad parece haberse quedado en pausa. Mientras el número de autos sigue en aumento, las autoridades no han respondido con la misma energía que en sexenios pasados. El Paso Exprés, ejecutado entre 2012 y 2018, fue un esfuerzo notable, pero también polémico por sus fallas y costos. Desde entonces, el silencio. La falta de planeación y de visión a largo plazo nos tiene atrapados en una red vial que ya no da abasto, y las promesas de campaña, si las hay, no se traducen en soluciones concretas.
No todo es culpa de la inacción gubernamental. Nosotros, como sociedad, también hemos contribuido al problema. La dependencia del automóvil es casi absoluta: pocos optan por el transporte público —que, hay que decirlo, no siempre es eficiente— y las alternativas como la bicicleta o caminar son poco viables en una ciudad que no está diseñada para ello. Sin embargo, esto no exime a las autoridades de su responsabilidad. Si Cuernavaca quiere seguir siendo habitable, necesita un plan integral: más infraestructura, sí, pero también incentivos para reducir el uso del coche y mejorar la movilidad colectiva.
El futuro no tiene por qué ser sombrío, pero requiere acción inmediata. Cuernavaca merece recuperar su vocación de ciudad tranquila y funcional, no ser un estacionamiento gigante. Las obras del pasado nos enseñan que es posible transformar la vialidad con voluntad política y recursos bien empleados. Hoy, con una población creciente y un parque vehicular desbordado, el reto es mayor, pero también lo es la urgencia. Si no actuamos pronto, el tráfico no solo será una molestia: será el sello de una ciudad que se rindió ante su propio crecimiento.