CUERNAVACA: LA SEQUÍA B2 Y EL ESPEJISMO DE LAS SOLUCIONES HÍDRICAS
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Jueves 22 de mayo de 2025
En Cuernavaca, la crisis hídrica ya no es una novedad, sino una sombra que se alarga sobre la ciudad. La sequía B2, clasificada por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) como sequía severa, ha golpeado con fuerza desde 2023, extendiendo su alcance a todos los municipios de Morelos en 2024. Esta categoría no es un simple tecnicismo: implica cultivos marchitos, un riesgo alarmante de incendios forestales y, lo más grave, una escasez de agua que deja a colonias enteras con los grifos secos. La ciudad, conocida por su eterno clima primaveral, hoy enfrenta un verano sin fin donde cada gota cuenta.
Ante este panorama, la Sindicatura Municipal de Cuernavaca, a cargo de Paula Trade Hidalgo, lanza la campaña “Cada gota se agota”. La iniciativa, presentada con bombo y platillo en sesión de Cabildo, busca unir a ciudadanos, empresarios y comunidades en un esfuerzo colectivo para reducir el consumo de agua entre un 15% y un 25%. El Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de Cuernavaca (SAPAC) ha ajustado los tandeos para repartir el poco recurso disponible, pero la realidad es que estas medidas son un parche en una tubería rota. Literalmente.
Y es que la red hídrica de Cuernavaca es un colador. En 2017, se perdían 51 millones de litros de agua por kilómetro de red, una cifra que supera con creces las pérdidas de 2012 y que pone en evidencia la obsolescencia del sistema. A pesar de las millonarias inversiones anunciadas en años recientes, que dejaron avenidas colapsadas y el tráfico en caos, la crisis no cede. ¿Dónde están los resultados de esas obras que prometían resolver el problema? La ciudadanía, harta de promesas vacías, se pregunta si el dinero se evaporó tan rápido como el agua en las tuberías.
La campaña “Cada gota se agota” es un esfuerzo loable, pero huele a cortina de humo. Pedirle a la población que ahorre agua mientras el sistema pierde millones de litros al día es como pedirle a un náufrago que no beba del mar. La verdadera solución pasa por atacar los problemas estructurales: modernizar la red de distribución, invertir en sistemas de captación de lluvia y garantizar que los recursos se usen con transparencia y eficacia. Las obras faraónicas, acompañadas de la parafernalia del ayuntamiento, no han sido más que un espejismo en el desierto de la sequía.
Cuernavaca no puede seguir viviendo de campañas mediáticas ni de tandeos improvisados. La sequía B2 es una advertencia de que el agua no es infinita, y la ciudad necesita más que buenas intenciones para enfrentarla. Mientras las autoridades no pasen de los discursos a las acciones concretas, los cuernavacenses seguirán contando gotas, pero no soluciones.