CUERNAVACA: ¿UN NUEVO COMIENZO O MÁS DE LO MISMO?
OPINIÓN
Por Guillermo Cinta Flores
Miércoles 9 de abril de 2025
Este martes 8 de abril de 2025, en el foro “Agenda de Gobernanza Metropolitana Sustentable”, la gobernadora Margarita González Saravia reunió a alcaldes, urbanistas y ciudadanos en un ejercicio que promete ser el primer paso hacia un Morelos ordenado y sustentable. El objetivo es ambicioso: trazar un Programa de Ordenamiento Ecológico Regional que ponga fin al caos urbano y ambiental que ahoga a la zona metropolitana de Cuernavaca. Desde el pódium, se habló de diálogo, inclusión y una visión comunitaria que priorice el bien colectivo.
Palabras esperanzadoras que, sin embargo, resuenan en un eco histórico de promesas rotas.
Hace 53 años, cuando empecé a escribir sobre esta tierra, se hablaba ya de un Plano Regulador para Cuernavaca. La ciudad era entonces un edén de menos de 200,000 almas, con barrancas limpias y agua suficiente. Hoy, con más de un millón de habitantes en su zona metropolitana, es una urbe que se asfixia: sin servicios básicos dignos, con redes de agua colapsadas y cloacas donde antes corrían arroyos. El crecimiento desbocado, alimentado por la especulación inmobiliaria y la indiferencia de quienes debieron planear, nos trajo hasta aquí. No es culpa de un solo gobierno, sino de décadas de simulación y cortoplacismo.
Margarita González Saravia, hay que reconocerlo, está poniendo lo mejor de sí. Su apuesta por la participación ciudadana y el respaldo de expertos como Rubén Pesci dan un aire fresco a un tema que suele quedarse en el escritorio. El foro no fue un evento de relumbrón: hubo ideas, diagnósticos y un intento genuino por tejer una visión regional que trascienda el municipalismo fragmentado. Si este esfuerzo cristaliza en reglas claras y acciones concretas, podríamos estar ante un parteaguas. Imaginen una Cuernavaca donde las barrancas recuperen su vida, donde el agua no sea un lujo y el crecimiento no signifique caos.
Pero la historia nos pesa. Planes como este han nacido antes, con bombo y platillo, solo para morir en el cajón de los buenos deseos. La especulación inmobiliaria, esa hidra de mil cabezas, no se doblega con discursos; requiere sanciones firmes y voluntad política a prueba de fuego. Los servicios públicos, desde el alcantarillado hasta el agua potable, exigen inversiones que ningún presupuesto estatal ha querido o podido asumir plenamente. Y la continuidad, ese talón de Aquiles de nuestras administraciones, amenaza con convertir este programa en un recuerdo más cuando cambien los nombres en las boletas.
No dudo del empeño de la gobernadora ni de la buena fe de quienes ayer alzaron la voz. Pero la esperanza, en una tierra que lleva medio siglo esperando orden, debe ir de la mano de escepticismo constructivo. El Programa de Ordenamiento Ecológico Regional será tan trascendente como sus resultados lo demuestren. Si en cinco o diez años seguimos lamentando las mismas carencias, habremos perdido otra oportunidad. Por ahora, queda mirar con atención y exigir que las palabras de ayer no se las lleve el viento. Cuernavaca, y Morelos entero, no merece menos.